El año empezará en verdad el miércoles, cuando los críos vuelvan al cole y la vida retome su pulso acelerado y repetitivo. Un lapso hasta entonces que se perfila idóneo para el balance, los buenos propósitos y el preguntarse quién es uno y hacia dónde iba a todas estas.

EN MEDIO de estas figuraciones, me da por revisar el estado en el WhatsApp de amigos, conocidos y saludados. Un estado que habría de servir para indicar al remitente del mensaje en qué guerra anda uno --en una reunión, con la batería baja o disponible--, pero que se usa a menudo para enarbolar la banderita roja de las circunstancias. ¿Y qué estados habitan en la mensajería instantánea del WhatsApp? Pues abundan la incertidumbre y, sobre todo, el esfuerzo cotidiano: "Abierto 24 horas", "De sol a sol" y el "Lavorare stanca" (trabajar cansa) que alguien ha tomado prestado al poeta Cesare Pavese. Hay quien echa mano de la ironía para reírse de su propio estrés en el dintel virtual: "Estoy en ciclogénesis explosiva" o bien "Escorbuto a bordo y sin limones". O sea, un desbordamiento general.

LO COTIDIANO pesa tanto que obliga a desatender el futuro sin percibir que, entre tanto, la vida se escapa por el desagüe. Es tal la hipertrofia del presente que nada sedimenta, todo fluye en un aquí y ahora urgentes, en el corto plazo y el consumo inmediato. Un vértigo alimentado por la autoayuda engañosa del carpe diem: instálese usted en el presente y será inmediatamente feliz, cuando, en realidad, es la tiranía del momento quien se te acaba zampando. Un presentismo que fomenta la superficialidad y anula la capacidad de cuestionar (y esto vale también para lo colectivo). Ya les está bien, por tanto, a los del pensamiento único, a los de la apisonadora neoliberal, que sigamos en la rueda del hámster, dóciles y manejables. Sea, pues, mi mejor deseo para el año nuevo un minuto al día de mirar la brújula.

Periodista