Cuando los altavoces oficiales repetían aquello de "España va bien" y creíamos nadar en el oasis de los nuevos ricos mientras nos ahogábamos a crédito, el sector de la construcción parecía uno de nuestros motores más solventes. Nuestra ceguera era aguda. Les hablaré de mi caso. Reforma integral del domicilio. ¿A quién se la encargamos? ¡A un supuesto amigo de la familia! Mal. Concurso a dedo. Se le pregunta si está capacitado para la obra, ya que no es arquitecto sino aparejador y hay dudas sobre si lo puede hacer. Dice que sí. De mal en peor. Y llama, para que empiece nuestro vía crucis en casa. Malos acabados, presupuesto descontrolado, decepción ante el supuesto amigo farsante y una sensación de impunidad de toda la troupe digna de estudio. Les diré solo que la broma casi nos cuesta el divorcio. Ahora muchos constructores lloran o se han arruinado fruto de su codicia o de montarse en una rueda especulativa que los ha engullido a casi todos, pero los más grandes siguen dominándonos. Nuestros políticos nos los han metido en casa y no nos hemos dado ni cuenta de que a través del BOE les hemos ido encargando obras y reformas que si miran con atención verán como en la mayoría de los casos no se han ajustado al presupuesto aprobado. "Siempre salen imprevistos", les dirán si preguntan por ello a su ayuntamiento, su comunidad o al Gobierno de España. Así se han hecho grandes algunos. Con toda la complicidad del poder, que les ha otorgado los concursos y luego ha aceptado y pagado los desvíos de presupuesto. Y la seriedad, la responsabilidad colectiva y el rigor no parecen nuestras principales virtudes. Algunos constructores han funcionado con tal impunidad que creían que el modelo español era replicable, pero en Panamá nos han dado el alto. Allí nuestras empresas ganaron unos concursos a un precio determinado, y lo de dispararlo ahora los panameños no lo entienden. Y nosotros, en vez de morirnos de vergüenza, vemos como el Gobierno, con tal de auxiliarlas, pierde el culo. Lamento la palabra, pero es donde creen que está la ciudadanía que aún les vota. Periodista