La dualidad socioeconómica que padece España se ha expresado esta semana con toda su crudeza. Nunca el propagandismo oficialista, mezcla de indicadores macroeconómicos reales y de voluntarismo preelectoral, había estado tan alejado de la percepción ciudadana. Con casi seis millones de parados en el primer trimestre (el 25,93% de la menguante población que aún busca empleo de forma activa) y la calle clamando en las marchas del Primero de Mayo contra la precarización laboral, el Gobierno pregona sin rubor que la recuperación económica ya está aquí. Nada bueno presagia esta diglosia entre el lenguaje que se habla en los despachos del poder y el que entiende la sociedad.

En honor a la verdad, la mejora de la situación económica empieza a notarse en algunos negocios. Entre enero y marzo, mientras el tejido económico carente de crédito destruía 184.600 empleos, el sector financiero (tanto la banca más o menos solvente e internacionalizada como las antiguas cajas reflotadas con dinero público) mejoró los beneficios y el margen de explotación. Pese al inquietante incremento de la morosidad, los balances bancarios se están saneado a buen ritmo.

Los inversores también están de enhorabuena. Aunque todavía lejos de los 15.000 puntos de los tiempos de vino y rosas, el Ibex-35 se ha revalorizado en el último año un 25% y ya flirtea con los 10.500 enteros. Y, gracias a los ímprobos esfuerzos del Gobierno para poner coto al déficit, los acreedores de la deuda pública duermen a pierna suelta. Son los mismos que apostaron por la quiebra o el rescate de España, los que especularon sin escrúpulos disparando la prima de riesgo hasta límites insoportables. Ahora respiran aliviados; saben que cobrarán. Al precio de unos recortes sociales sin precedentes, de la desigualdad y pobreza crecientes y de una deuda pública que pesará sobre generaciones presentes y futuras. Pero recuperarán lo invertido. Y esa es la recuperación que en verdad importa. La otra, la de los millones de parados y de empleados que no llegan a final de mes, tendrá que esperar.Periodista