Vemos estos días de la gran crisis comparecer a nuestros grandes hombres con grave voz, tan responsables y dignos, sin admitir errores ni improvisaciones, pronosticando una rápida victoria en la guerra que van perdiendo.

Por debajo de la mesa siguen, ¡no vayan a perder la práctica!, dándose patadas en la espinilla, pero de atril o escaño para arriba parecen haberse unido codo con codo (nunca mejor dicho), para guardarnos de todo virus, de todo mal.

Están, incluso, más aparentes. Pablo Iglesias se ha comprado un traje de un color muy apropiado, negro, y Gabriel Rufián una americana de señorito, con la que compareció en el Congreso para pronunciar una de sus frases de hombre de Estado: «Las banderas no alimentan ni curan virus», soltó misteriosamente a la vacía Cámara.

¿Qué banderas serán esas, que para tan poco sirven? ¿La europea, la española, la catalana…? ¡No será la estelada, Rufián, oiga! Debía tratarse de una metáfora, claro, pero ¿con qué ocultos sentidos? Por experiencia sabemos que el clown de Esquerra Republicana resulta más cómico cuanto más trascendente pretende mostrarse.

Vanidoso y hueco como un mono con un tambor, el papel de tonto útil que le ha adjudicado Madrid comienza a restarle amigos en Cataluña, donde cada vez se le ve más como un botifler, oportunista o advenedizo, como un interesado émulo del modelo del PNV capaz de servir y replicar a Madrid al mismo tiempo, soplar y sorber, estar en misa y repicando.

¿No será un agente doble? Lo digo porque en los balcones de la plaza de Vic los republicanos han colgado como homenajes las fotos de los líderes indepes, de Torra a Puigdemont, de Ponsatí a Anna Gabriel, ahí están todos… menos Rufián. ¿Por qué? Y, sin embargo, es el más popular, el que más sale en la tele, en especial en la pública, donde no hay telediario que no recoja sus bufonadas, cuando está de buenas, o sus veladas amenazas, cuando le sale el hortera.

Felipe González dijo de Bill Clinton que solo le faltó una crisis para demostrar su altura política.

A Rufián, para consolidar su bajura, le viene bien todo, las crisis, los virus, incluso las banderas… H