Gran parte de economistas, sociólogos, arquitectos, empresarios y expertos en urbanismo coinciden en que las ciudades, como generadoras de ideas, han cobrado una importancia creciente acentuada por la propia complejidad de la economía y la constatación, desde hace muchos años, de que la empresa dejó de ser el único centro neurálgico de actividad y dinamismo económico.

Hoy las ciudades más avanzadas prosperan a través de la revolución digital. lideran proyectos y activan las diferentes sinergias que en ellas confluyen porque proporcionan el tejido social de redes personales que permite relacionar sectores muy diversos con las empresas y los grupos más productivos.

Rastrear el PIB de las grandes ciudades del mundo occidental nos lleva a cifras de auténtico vértigo y enormes diferencias. La primera de las ciudades, Tokyo, tiene en la actualidad un PIB similar al de España. En el listado de las trescientas primeras ciudades del mundo, Madrid aparece en el puesto 36, Barcelona en el 61 y Zaragoza en el 293, cerca de Valencia, Bilbao, Sevilla y Málaga. De trescientas solo seis españolas y casi cien norteamericanas.

Tomando como referencia nuestra ciudad, con un PIB aproximado de 26.000 millones de euros, en un contexto regional de 37.000 millones, el arrastre de la capital supone el 70% de la economía aragonesa.

En nuestro país, al igual que en el resto del mundo occidental, las grandes ciudades se van reinventando constantemente a través de eventos de carácter internacional, del turismo y el ocio cultural, rentabilizando su emplazamiento costero o de montaña, gastronómico y de restauración o mediante la innovación tecnológica, (el Mobile World Congress de Barcelona, por ejemplo). Todo vale para crecer y mejorar. Las ofertas y la competencia son feroces, tanto para atraer empresas como visitantes, inversiones y actuaciones públicas. Se hace de todo para conseguir los focos que catapulten al universo mediático.

Zaragoza lo tuvo en el 2008, y la Expo fue un magnífico escaparate que la crisis ha tapado durante estos años, pero ahí está, y la ciudad vive de aquella modernización. Pero tras esa espléndida etapa nos encontramos en tierra de nadie, sin proyectos y sin más opciones que la abulia y la resignación. Primero, porque la principal institución que debería liderar, buscar, analizar, proponer y desarrollarlo está sumida en una crisis interna enormemente preocupante. La política municipal basada en el insulto, la descalificación y el macarrismo, solo conduce a la melancolía de los ciudadanos y a la pérdida de las oportunidades brindadas por nuestra puesta de largo en el 2008. Y segundo porque el descrédito institucional deteriora la marca Zaragoza, merma la confianza, genera inseguridades jurídicas, y le hace fácil presa de propuestas y opciones descabelladas.

Tengo la impresión de que en este río revuelto hay quien busca pescar algo, de ahí que se deje pudrir la situación para que cualquier proyecto o iniciativa de futuro vaya por otro lado. Al margen de las explicaciones que cada uno tenga sobre las causas del declive municipal y su subordinación a los intereses políticos y de gestión del Gobierno autonómico, parece que el libro del sociólogo Mariano Gaviria Zaragoza contra Aragón, que escribió hace cuarenta años, sea lectura de cabecera para muchos de nuestros dirigentes.

PERO SEGURO que hay otros factores. Que el partido que gobierna, sea del color que sea, se centre en la región, dejando a su aire el 70% del PIB regional y el 58% de la población tiene también una explicación orgánica.

Gobernar la región permite el control y extensión de una red clientelar que garantiza la estabilidad interna y su liderazgo. Intentar controlar orgánicamente el territorio desde Zaragoza es un fracaso seguro. ¿Que esto puede tener un coste electoral? Es posible, pero el control orgánico lo diluye todo y sin él muchos no serían nada.

La opción es muy arriesgada, por eso es tan importante llenar el contenedor de proyectos huecos en la ciudad y buscar un cartel electoral novedoso, pero pata negra en la fidelidad orgánica. No es fácil, porque cualquier proyecto de ciudad abierta, dinámica, capaz de recuperar la autoestima, integradora, ilusionante para una sociedad urbana preocupada por el medio ambiente, la solidaridad, la igualdad y la sostenibilidad, choca con la ruralización de la política municipal. Por eso la jaula de grillos de la plaza del Pilar les viene bien a muchos, pero nada a los zaragozanos.

Decía Plutarco en Cómo sacar provecho de los enemigos que «el hombre inteligente saca provecho incluso de los que difieren de él».