Estos días, en los carnavales más desmadrados, la peña se descojona de la autoridad y los tíos con vocación de drag queen se disfrazan de obispos, lo que viene a ser un disfraz del disfraz. Sin embargo, algunos fiscales y jueces (y hago hincapié en el algunos) han sido capaces de acusar y condenar a un ciudadano porque hizo un montaje fotográfico colocando su rostro (con no poca habilidad y arte) en el de un Cristo de no se qué cofradía. ¿Vuelve a ser delito la blasfemia? Parece ser... y los chistes sobre el vuelo final de Carrero y las coñas, barbaridades y memeces difundidas por las redes, y los títeres alegóricos, y... Siempre se ha dicho que el derecho al libre pensamiento y a la libre expresión incluye el derecho a ofender. Pero en las Españas ni la derecha ultramontana y clerical, ni el propio clero, ni la izquierda dogmática ni los nacionalistas (centrípetos o centrífugos) son capaces de tolerar nada ni de tomarse nada a broma ni de entender de qué va esto.

La mejor versión de Occidente se construyó a partir de las blasfemias de Galileo, Rousseau, Darwin o Hopkins, cuyas obras desbordaron el pensamiento religioso y desmintieron los mitos sobre los cuales se asentaba la fe y la superstición. Lo que diferencia nuestras sociedades y estados de los musulmanes (por poner un caso) es precisamente que aquí se impuso, para bien, el sagrado derecho a blasfemar; allí, no.

Pero esto del castigo al paisano que se puso de Cristo evidencia cómo retroceden nuestros derechos y libertades. Su condena es tan contraria a la cultura occidental que causa sonrojo. ¿Sabían el fiscal y el juez que durante siglos los artistas ponían a Dios Hijo y a todos sus santos caras de los príncipes, de los mecenas, las suyas propias o las de muertos y galeotes? ¿Conocían, por ejemplo, la obra del gran fotógrado Mapplethorpe, donde los crucificados son espléndidos afroamericanos desnudos, cuya virilidad desborda los límites habituales? ¿Creen entonces que se debe castigar a los dibujantes europeos que caricaturizaron a Mahoma? ¿Mandarán detener a quienes se disfrazan de obispos?