Recorro Israel en busca de materiales para una novela y comienzo el año de una manera distinta, en un kibutz. La frontera con Líbano está a solo diez kilómetros, pero por suerte los Altos del Golam no han sido estos días escenario bélico.

Las tierras colonizadas por los kibutzs hebreos se extienden hasta las mismas alambradas. Al otro lado se ven las aldeas chiíes, con mayoría de musulmanes, desde cuyas casas la guerrilla de Hitzbulá dispara de vez en cuando sus cohetes. Las patrullas israelíes recorren incesantemente la zona, sembrada de búnkeres, minas, nidos de armamento pesado y herrumbrosos carros de combate de guerras pasadas. También, de torres de vigilancia de cascos azules.

Un poco más al este, tras el monte Hebrón, se encuentra la frontera con Siria, país que no reconoce a Israel. Al sudeste, siguiendo la línea del Jordán, que discurre entre el lago Tiberíades y el Mar Muerto, se extiende la frontera con Jordania, normalmente tranquila. En ese pequeño territorio podemos encontrar sefardíes, circasianos, meronitas, ortodoxos, musulmanes, patriarcales, suníes, católicos, cabalistas, protestantes y una larga lista de credos y sectas.

En rigor, los problemas de la convivencia --de la historia presente, tan compleja como la pasada-- se concentran en la forzada vecindad entre israelíes y palestinos.

En Jerusalén, dividida en tres sectores, uno por religión monoteísta --musulmán, cristiano y judío-- esas fricciones se elevan a la categoría de tensión diaria.

Entre las murallas de la ciudad vieja, los barrios árabe y judío, muy distintos entre sí, tocan pared con pared. A un lado de la calle, la sinagoga; al otro, la mezquita. A un lado, el ayuno; al otro, el sabbath. A un lado, el velo; al otro, la kipa. Con patrullas en medio, vigilando bajo los arcos de los cruzados, con negocios comunes, con sonrisas y saludos, pero siempre con el puñal a mano.

Fuera de las murallas de la Ciudad Santa, Israel ha levantado su Parlamento, las oficinas de su primer ministro, sus búnkeres y ministerios, su Museo del Holocausto. La capital oficial es Tel Aviv, pero para los hebreos siempre será Jerusalén, y no pararán hasta dominarla. Poco a poco, van construyendo en los alrededores de la ciudad, dentro de los Territorios Palestinos. Es lo que estos llaman asentamientos ilegales, y los judíos áreas residenciales.

Un avispero dentro de otro avispero.