La imputación penal de la infanta Cristina y los crecientes problemas de la Casa Real van a copar muchas portadas en los meses venideros, pero, mientras tanto, mientras prospera o no el auto del juez Castro el reloj seguirá corriendo hacia las próximas elecciones europeas del mes de mayo, la consulta soberanista en Cataluña, las primarias del PSOE y los prolegómenos de los comicios municipales y autonómicos.

Este río revuelto beneficia a ese inoperante pescador que es Mariano Rajoy, pues al cabo de sus remolinos y rápidos la gente sólo querrá navegar en aguas mansas, pero perjudica a los partidos más combativos, de inspiración nacionalista, cuyos objetivos están siendo neutralizados por el progresivo centralismo del Partido Popular y del Partido Socialista, cuyos nuevos modelos de administración territorial tienden a limitar o congelar el nivel competencial de las instituciones autonómicas, provinciales y municipales.

Así, en Aragón, Partido Aragonés y Chunta Aragonesista disputan con dificultades crecientes la batalla contra una opinión oficial, la de los medios de obediencia gubernamental y la de la prensa conservadora, que vienen metiendo autonomías y nacionalismos en un mismo y roto saco.

El PAR, regionalista en origen, devino nacionalista al amparo de la lucha por el título estatutario de la nacionalidad histórica para Aragón, pero sin que buena parte de sus militantes fuesen otra cosa que lo que siguen siendo hoy: regionalistas o aragonesistas, pero en absoluto nacionalistas.

CHA, por el contrario, daba un paso atrás --o adelante, según se mire--, haciendo pública su renuncia a la independencia de Aragón, lo que le restaba mordiente entre el electorado más extremista y le acercaba al canon de convivencia y pacto establecido en el Aragón de la Transición.

En cualquier caso, uno de los dos partidos suele entrar en las combinaciones de gobiernos autonómicos, provinciales o municipales. Nunca juntos, pues, aún siendo de parecida cuña, se repelen como cuerpos distintos, pero sí recordando con su alternativa presencia la necesidad de seguir profundizando en el autogobierno, obteniendo para nuestra Comunidad el máximo techo competencial.

Sin ellos, y conviene no olvidarlo, Aragón sería una mera delegación de Madrid.