El Premio de Novela Ciudad de Salamanca ha apostado en esta presente edición, la número XVII, por un título de novela negra, Infierno de neón (Ediciones Del Viento), de J. R. Barat. Respondiendo a la calidad del original, sin duda, pero también, acaso, a una disciplina, la del género de intriga policíaca, que está en pleno auge gracias a su dinamismo, plasticidad y un innato sentido crítico que permite a sus autores repartir estopa entre las instituciones y representantes públicos, cuando funcionan mal o se dejan vencer por la tentación de la corrupción.

Infierno de neón centra su argumento en una contundente denuncia de la trata de blancas en España. Concretamente, en el arco mediterráneo español, provincias de Valencia y Murcia.

En ese litoral mediterráneo operan, tanto en la realidad como en la ficción de la novela premiada, bandas de criminales verdaderamente salvajes, crueles explotadores de mujeres que no tienen el menor miramiento con ellas a la hora de engañarlas con la promesa de un trabajo, encarcelarlas, sojuzgarlas, violarlas y prostituirlas, sin cesar ni siquiera entonces en continuar sometiéndolas a toda clase de vejaciones a fin de reducirlas a la penosa condición de esclavas sexuales y así obtener de ellas todo el beneficio posible.

En este infernal ambiente, la novela de Barat despliega una amplia representación de personajes de los bajos fondos, mafiosos, chulos, drogadictos, sicarios, descritos todos ellos con gran realismo, lo que contribuye a hacer verosímil la historia --o las historias, mejor, pues son varias las que se trenzan a lo largo de la trama-- en un crescendo de tensión y horror que nos hace pasar las páginas con un nudo en la garganta.

Por desgracia, la realidad que Infierno de neón nos describe con lujo de detalles no responde a una fantasía del autor, sino a un trabajo documental resuelto literariamente con talento.

La trata de blancas en España es de las más graves del mundo, y el sufrimiento --en ocasiones, hasta la muerte-- que se ven obligados a padecer sus víctimas, una rémora que avergüenza a cualquier país occidental, y con mayor motivo al nuestro, que tiene a gala trabajar de manera cada vez más minuciosa en la equiparación de los derechos de la mujer.

Un abuso inhumano que hay que erradicar de una vez por todas.