La famosa reforma laboral española no será como la Transición, imitada hasta la extenuación por regímenes en crisis y en busca de un formato democrático.

Por el contrario, puede que no la exportemos más allá de nuestros límites, que nadie la copie, que no interese a ningún otro país.

La situación laboral en España, a pesar de dicha reforma, o directamente por culpa de sus clásusulas y secuelas, es precaria y dramática.

El paro se mantiene tercamente en niveles estratosféricos, triplicando la media de los países llamados occidentales --núcleo clásico de la Unión Europea--, y complicando tremendamente la recuperación económica. Porque el descenso previsto del desempleo a lo largo de este año y del próximo no es sustancial. Habrá más trabajo, pero el 25% de la población laboral seguirá careciendo de un puesto que les permita desarrollar un proyecto personal, familiar o empresarial (el paro igualmente afecta a miles de industriales y pequeños empresarios).

En nuestro país, según nos recordaba un reciente y documentado reportaje de Fernando Barciela publicado en la revista Tiempo, trabajan 16,8 millones de personas.

De ellas, sólo 10,4 disfrutan de un contrato laboral indefinido. Algo más de tres millones son trabajadores por cuenta propia, y otros tantos temporales, muchos de ellos a tiempo parcial. En conjunto, afirma la ugetista Ana Viñas, los trabajadores españoles con un contrato en condiciones no suman más del cincuenta por ciento.

En paralelo a la reforma laboral de Mariano Rajoy, los salarios y las pensiones persisten en su tendencia a la congelación. O a la baja, si recordamos las pérdidas de ingresos sufridas por numerosos colectivos de funcionarios, en concepto de pagas extraordinarias y distintas gratificaciones.

Horizontalmente, un panorama difícil para el ciudadano de a pie, el minero, el obrero, el operario, el autónomo, el pequeño y mediano empresario, el funcionario... Aunque no tan malo para las grandes multinacionales y corporaciones bancarias, que ven cómo sus beneficios aumentan y sus plantillas disminuyen, en una fórmula mágica de superación empresarial y clave de nuevos éxitos.

España, también en lo laboral, sigue siendo diferente.