Llega a las pantallas una nueva versión de La Bella y la Bestia, en esta ocasión con Vincent Cassel y Lea Seydoux como protagonistas, bajo la dirección de Cristophe Gans. Como ya ha venido sucediendo con los estrenos de las anteriores versiones, tendrá muy difícil superar al clásico de Jean Cocteau de 1946, pero seguramente aportará algo y refrescará el mito.

Por otra parte, el sello editorial español Rey Lear acaba de ofrecer a sus lectores una fastuosa, pero no por ello costosa edición del original La Bella y la Bestia de Madame Leprince de Beaumont, con exquisita traducción e interesante prólogo del siempre riguroso y ameno Luis Alberto de Cuenca.

Me ha supuesto un verdadero placer releer este extraordinario cuento, que tantas lecturas parece contener, y que tantas desinencias sugiere.

El final feliz, de cuento, nunca mejor dicho, no debe dejar de lado los inquietantes episodios del padre de Bella en el castillo con la Bestia, de la relación de ésta, del monstruo, con los objetos que le rodean en su extraña cárcel, su rara sensibilidad con las flores, la desgraciada de su cuerpo infernal con su digno y solitario espíritu, encerrado para toda la eternidad... Y, por supuesto, y muy en especial, nos llamará la atención y recaeremos en la extraña y morbosa atracción que Bella llega a sentir hacia el monstruo con cabeza de jabalí y cuerpo humano, el demonio que en principio sólo pretende aruinar la vida de su familia y humillar y aniquilar su propia existencia, pero que se rendirá al amor.

La autora, Jeanne--Marie Leprince de Beaumont (1711-1788) fue una escritora especializada en el relato infantil. Llegó a escribir más de cincuenta, y a dirigir un periódico juvenil. Pero, si ha pasado a la historia, ha sido sobre todo por La Bella y la Bestia.

La edición de Rey Lear viene bellamente ilustrada por los dibujos originales, facsímiles, de Walter Crane (1845-1915), considerado como el ilustrador británico más talentoso e influyente de su época. Un artista renacentista y enciclopédico, en contacto con los pre--rafaelitas, que se inspiraba en los relieves del Partenón y en la delicada tradición del dibujo japonés, y que supo interpretar como nadie ha vuelto a hacerlo después dos de los roles más universales del imaginario infantil: Bella y Bestia.

Impagable.