El crimen en León de Isabel Carrasco ha recorrido el país como un viento helado, congelándonos el corazón.

El hecho de que una mujer haya disparado contra otra obedeciendo a lo que parece una venganza personal reúne un dramatismo muy poco o nada usual. Y ese otro hecho de que la víctima fuera un cargo público de relieve plantea una pregunta secundaria no por desagradable baladí: ¿Se trata de un asesinato político? ¿Habría muerto la señora Carrasco de no ocupar un cargo público?

Los asesinatos políticos en España no han sido infrecuentes a lo largo de la historia. Son muchos los cargos, concejales, diputados, ministros, que han caído bajo las balas de un iluminado o de un loco. Hasta cinco presidentes del Gobierno español fueron asesinados en los siglos XIX y XX: Prim, Cánovas, Canalejas, Dato y Carrero Blanco.

De estos tremendos magnicidios, el más famoso y misterioso fue el crimen de Juan Prim, en 1870. Una docena de sicarios asaltaron su berlina en la calle del Turco, cerca del Congreso de los Diputados, para descerrajarle al menos otros tantos impactos. Prim sobrevivió en una primera instancia, pero, trasladado a su residencia del palacio de Buenavista, murió desangrado. El general Serrano se hizo cargo del poder.

Tal vez, porque previamente se había hecho cargo del crimen, viene a decirnos Francisco Pérez Abellán en su último trabajo documental, Matar a Prim (Planeta), un interesante ensayo de investigación que esta tarde se presenta en Zaragoza, en la sala Ámbito.

En sus páginas, Pérez Abellán refiere cómo obtuvo permiso para, asesorado por un equipo forense, analizar la momia de Prim en busca de pistas sobre sus verdaderos asesinos. Las pruebas han revelado grandes sorpresas; entre ellas, huellas de un lazo alrededor del cuello del general, lo que invita a pensar que murió asfixiado en su propia cama, donde se recuperaba de las graves, pero no mortales heridas sufridas en la calle del Turco.

Ésa y otras pistas llevarán al investigador a proponernos un fascinante viaje a la historia de la Primera República española, a las intrigas monárquicas y republicanas, al juego político entre los Borbones y Amadeo de Saboya, entre los espadones de Isabel II y los republicanos.

Un fascinante ensayo con aroma a novela negra.