El alcalde de Calatayud, José Manuel Aranda, y su concejala de Cultura, Pilar Trell, debían saber que a Teresa Viejo le gustan mucho los balnearios, porque con un entusiasmo enamorado de su tierra le venden a conciencia los suyos.

Así, nos enteramos de que próximas campañas en combinación con el AVE, convertido en tren termal, acercarán el paraíso bilbilitano, Alhama, Jaraba, Sicilia, el Monasterio de Piedra a los madrileños, sevillanos y catalanes, a todo el país. Pronto saldrán a la venta paquetes de ferrocarril incluyendo traslados locales y la reconfortante estancia balnearia a precios muy razonables...

La primera novela de Teresa Viejo, La memoria del agua, recreaba el mundo termal en los años 20 del pasado siglo. Una cuidada y sugerente atmósfera que conquistó a los lectores y mereció una miniserie televisiva. Ahora, su segunda obra de ficción, Que el tiempo nos encuentre, da un salto a México, a la edad de oro de su cine, para rastrear la maldición de una película legendaria, Carne de fieras, y los trágicos destinos de algunos de sus protagonistas, el director, Armand Guerra, o la protagonista, Tina de Jarque, desaparecidos ambos en la guerra civil.

Otra sombra del cine español, superviviente, en este caso, la del olvidado director Miguel Morayta, responsable de decenas de películas en los años 40 y 50, invitó a la autora a sumergirse en la memoria del exilio, hasta reconstruir aquel Veracruz o el México DF que tan bien llegaría a conocer Luis Buñuel.

Callejeando con Teresa Viejo por la ciudad antigua, de traza árabe, bajo el castillo y los pardos terraplenes sobre los que el sol cae a plomo hablamos de mil y un temas, de María Félix, de lugares mágicos como Palenque y Tulum, del imparable regreso del melodrama, de la trágica historia de nuestra guerra civil, de tanto desarraigo y muerte, de barcos como el Isla de Francia, que cruzaron el Atlántico con miles de refugiados españoles a bordo.

Esta Teresa enrolada en travesías literarias tiene poco que ver con la almiranta de Interviú o la capitana de ondas radiofónicas. Sigue trabajando con la realidad pero en sus novelas la evocación ha tomado el timón de la nave de sus sueños y su nuevo rumbo no busca tanto el cabotaje con las noticias como la mar océana de la imaginación y el estilo abierto.

La próxima vez, seguro que, como José Luis Sampedro, se inspira en Calatayud.