El debate entre la gestión pública o privada de los bienes comunes de nuestra sociedad está teniendo una truculenta actualidad en el proceso de venta del Real Zaragoza.

Después de una catastrófica gestión, Agapito Iglesias va a dar paso a un nuevo grupo de propietarios mexicanos, de quienes, en Zaragoza, nadie, salvo los intermediarios que andan muñendo los acuerdos, había oído jamás hablar. Dichos potentados, al parecer, son naturales de Guadalajara, capital del estado azteca de Jalisco, donde son dueños, en teoría, del equipo de fútbol de Los Altos.

Por esas casualidades de la vida, se da la circunstancia de que hace tres o cuatro ediciones, asistiendo yo a la Feria del Libro de Guadalajara, la más importante en el ámbito del castellano, me invitaron a dar una charla en Los Altos, y hasta allí fui, atravesando las pardas sierras que rodean la laguna de Chapala.

En Los Altos, debo decir, me trataron muy bien. La conferencia, que estaba prevista en un instituto, se llevo a cabo finalmente en el pabellón de deportes, "porque --según el director del centro-- el evento había crecido y al ser festejo se iba a repartir tequila".

Tuve una asistencia de más de tres mil personas, muchos de ellos campesinos serranos que bajaban con sus caravanas o monturas de los pueblos de alrededor. Recuerdo que les hablé de la Biblia y de Agatha Christie, y que me preguntaron por Sara Montiel y por el "holocausto de Cortés". Al término de mi intervención me recibió en la municipalidad el señor alcalde y juntos desfilamos por las calles de la localidad detrás de una banda de mariachis. Puede que saludase al propietario del equipo de fútbol de Los Altos, y ahora del Real Zaragoza, no lo recuerdo, pero en cualquier caso todos los prohombres de aquella simpática ciudad me parecieron muy agradables y dicharacheros, y más a medida que ibas trasegando Don Julio reposado.

En justa correspondencia a su hospitalidad, deseo a los nuevos propietarios jalisqueños del Real Zaragoza todo el acierto y la suerte en su gestión del primer equipo aragonés. Ojalá acierten a devolverle su esplendor y consigan hacernos olvidar la pesadilla reciente.

Muchos seguimos pensando que el Real Zaragoza debería seguir siendo un club de sus socios, con asambleas generales y elecciones. Pero ese debate ya lo perdimos y, me temo, no volverá...