Las efemérides de la Primera Guerra Mundial han pasado relativamente desapercibidas en España, país que no participó en la gran contienda. No así, en el resto de Europa, donde la tragedia y sus fantasmas todavía sobrevuelan el presente de nuestra historia.

Entre las numerosas publicaciones que están jalonando la conmemoración destacaría el libro de Max Gallo, titulado, simplemente, 1914.

En sus páginas, el historiador y académico francés, autor de numerosas biografías y de una que otra novela, repasa una vez más las causas que hicieron detonar el conflicto y revisa las consecuencias.

Cronológicamente, el ensayo arranca el 2 de agosto de 1914, en la estación del Este de París. "Se ha reunido una muchedumbre de hombres aún jóvenes que charlan en pequeños grupos. Casi todos llevan gorra, un morral colgado al hombro y paquetes bajo los brazos. Nadie habla en voz alta. Es el primer día de la movilización general".

La mayoría de ellos ignoraba que se dirigían al infierno. En unas pocas semanas o meses, centenares de miles de esos jóvenes franceses habían dejado de existir. Muchos acudieron a las trincheras llamados a las armas por una vena nacionalista, pero otros, en particular los representantes de la alta burguesía y de la aristocracia, lo hicieron con una actitud despreocupada, casi deportiva, nos dirá Max Gallo. Bajo la metralla alemana, en los campos de Bélgica o en la línea Maginot iban a convertirse en anónimos números de los diez millones de cadáveres con que se acabaría trágicamente saldando la Primera Gran Guerra. Dramático precedente, nos recordará Gallo, de los cincuenta millones de víctimas que causará la Segunda Guerra Mundial, hija de la Primera.

La lectura europea del conflicto apunta a que las crisis en los Balcanes y en el norte de África han deparado una suerte de trágicos bucles en la historia. Gallo sostiene que las crisis marroquíes de 1905 y 1911, más la guerra balcánica de este mismo año, insuflaron un deseo de lucha, enalteciendo el recurso a la guerra como un elemento de depuración. El Manifiesto Futurista de Marinetti lo apuntaba directamente: "No hay belleza sino en la lucha. Queremos glorificar la guerra".

Ojalá que Europa y el resto del mundo hayan aprendido la doble lección.