El Gran Hermano debería ser todo menos ese programa de televisión que ha convertido el plúmbeo mito en un vulgar edredoning.

Orwell elevó el GH a la mitología contemporánea, y desde entonces ese ojo que todo lo ve ha permanecido abierto sobre nosotros, representado unas veces por la CIA y sus satélites, otras por los gobiernos y sus cometas, y a menudo por la conciencia colectiva.

De los últimos presidentes españoles, el único que realmente estuvo cerca de convertirse en un GH fue José María Aznar, pero en lugar de aprender de Bush las claves de la guerra fría solo aprendió a colocar las botas en la mesa de su bodega. José Luis Rodríguez Zapatero era un rodríguez del poder, un divorciado o viudo de la inteligencia (la militar, claro), y en cuanto a Rajoy... Yo no sé si verlo como un gran hermano o más bien como un gran primo, un primavera del poder o paloma asomada a su balcón de flores, o un halcón posado en el tejado del Gran Hermano, desde el que se ve todo, las fiestas con payasos de Ana Mato, el trasiego de los Pujol arramblando dinero, hasta lo que hace Pablo Iglesias en sus ratos de ocio, y quién es él, a qué dedica el tiempo libre.

Como nadie --tampoco Mercedes Milá--, reverdecía el mito, Terry Gilliam, de los Monty, lo ha hecho en su nueva película, The Zero Theorem. Un film nada sencillo, pero original, arriesgado e interesante en su ortodoxia (o no sería de Gilliam).

El autor de La vida de Bryan vuelve a inspirarse en la tradición religiosa para, dándole por completo la vuelta, situar a su enviado ante o frente a la voluntad de un Gran Hermano con hechuras de ordenador o máquina omnisapiente. Tal y mesiánico enviado, que se expresa en plural mayestático (aunque también, recordemos, los diablos eran legión), permanece a la espera de una llamada del dios, una simple llamada en la que esa inteligencia suprema, al mismo tiempo artificial y sobrenatural, le confiara el secreto de la vida. Que no les desvelaré, por si tienen interés en ver la película de Gilliam, aunque sí pueda adelantarles que está bastante en relación con su título, The Zero Theorem, y que, a la conclusión del argumento, el debate entre el bien y el mal, la religión y la ciencia seguirá abierto.

Seguramente porque dentro de todo hombre hay un gran hermano y un hermano de los demás.