Mientras Iñaki Urdangarin comienza a hacerse a la idea de que muy probablemente tendrá que ingresar en prisión, los ilustres huéspedes penitenciarios que le han precedido en el abuso de la confianza institucional (para decirlo finamente) llevan mejor o peor su estancia entre rejas.

Uno de los que peor aguanta es Luis Bárcenas. Según un bien documentado reportaje de Antonio Rodríguez en Tiempo, el extesorero del PP ha protagonizado varios incidentes en el módulo 4 del penal de Soto del Real, donde lleva año y medio en prisión preventiva. Desde que una mano invisible le filmó se muestra arisco y poco participativo, e incluso se ha encarado varias veces con los funcionarios, a quienes repite una y otra vez ignorar por qué está allí, exigiendo que no se le espose cuando es trasladado a reconocimiento médico.

Como cualquier otro preso, como Jaume Matas, Díaz Ferrán, Granados, Fabra, Marjaliza y algunos logreros más recientemente enjaulados, Bárcenas hubo de someterse al protocolo de ingreso: toma de huellas dactilares, fotografías de frente y de perfil, cacheo, retención de objetos personales y asignación de celda, bien individual, bien en compañía (como suele ser costumbre al principio, hasta que se hacen idea de su situación), de un recluso de confianza, Poco a poco, deberán acostumbrarse a la rutina de su vida en prisión; diana a las ocho, desayuno a las ocho y media, talleres o actividades hasta las dos, comida, descanso y otra vez talleres hasta la hora de la cena. Apagón, a las nueve y media.

Tampoco lo lleva nada bien María Antonia Munar, otrora todopoderosa jefa política mallorquina, presidenta del Parlament y del Consell balear. El enjuiciamiento de su trama de corrupción le ha deparado penas superiores a diez años, que va cumpliendo con un aspecto cada vez más desmejorado. Se ha refugiado en el taichi y en los servicios religiosos, acudiendo a misa a diario.

Tan famosa o más que ella es, claro, Isabel Pantoja, encarcelada para dos años. El revuelo mediático y los rumores de trato de favor hicieron que Instituciones Penitenciarias lo desmintiese rotundamente. La nueva reclusa colabora en labores de limpieza y se incorporará al coro de Navidad.

¿Comienzan a pagar los poderosos? Puede que algo sí esté cambiando.