La consolidación de Podemos como segunda o tercera fuerza nacional ha desquiciado a los partidos de izquierda, particularmente al PSOE y a IU, que ven en los recién llegados a una especie de competencia desleal, un ultramarino donde el voto bueno, bonito y barato les puede obligar a reducir su productividad, incluso a cerrar la persiana.

Tanto socialistas, como IU, Chunta Aragonesista, UPD y otros presuntos afectados por la opa hostil de Pablo Iglesias tienen aún tiempo para reacccionar, y es de esperar que lo hagan en el umbral de las próximas elecciones municipales y autonómicas. Pero yo creo que esa necesaria reacción no debe ir tanto dirigida contra la supuesta amenaza de Podemos como contra sí mismos, contra su conformismo e inercia, su falta de programas y conexión popular.

Porque esta vez me da la impresión de que el votante va a leer y sopesar con más cuidado que antes las ofertas electorales, sus mensajes y propuestas, sus compromisos. Va a considerar si el Aragón que dibujen Luisa Fernanda Rudi, Javier Lambán o José Ángel Biel tiene tirón, enjundia, interés; si va a traer inversión, trabajo, riqueza; si vale la pena apoyarlo o si, por el contrario, otras opciones, hasta ahora minoritarias, o nuevas, merecerían un voto de confianza, una oportunidad para gobernar de una manera distinta.

Podemos, en mi modesta opinión, no es tanto un partido revelación como la revelación de los que no tienen partido.

Una herramienta, un instrumento al servicio de la expresión de los que hasta hoy no han tenido voz o no han sido escuchados: los indignados, los desempleados, los utópicos, muchos jóvenes errantes en busca de un primer trabajo; muchos ciudadanos corrientes y molientes, pero hartos de la corrupción que asola el país, sus instituciones, rebaja su crédito y enturbia su imagen. Esa masa de votantes no está vinculada con claridad a un segmento ideológico, de lo que se deduce que su marea, iniciada en las orillas de la izquierda política, podría extenderse por el proceloso océano electoral allende la derecha, afectando asimismo a un Partido Popular que, de hecho, queda muy lejos en todas las encuestas de su actual mayoría parlamentaria.

Podemos es un reactivo, un quitamanchas. ¡Ay de aquellos prendas que no pasen por la tintorería!