La 2 nos regala un premio insólito, la emisión de The artist. Una película arrolladora por su formato en blanco y negro y por esa lección de tono clásico, tan atractiva a un cine ya periclitado, donde un astro del cine mudo queda apartado en cuanto llega el sonido. Es decir, que no hay que desesperarse nunca; que la vida nos reserva a veces una oportunidad. Pero que el mundo gira muy deprisa y lo que hoy es sol mañana es luna. .

¿Se puede traer esa moraleja a estos tiempos? Se puede. Yo la veo en ¡A bailar!, el clásico formato estrenado ayer por Antena 3, que compite con La 1 en la misma cosa. Lo llamativo del bailongo de Antena 3 es que algunos de los intérpretes son artistas del teatro, como Pastora Vega y su compañero sentimental Juan Ribó, un hombre que apenas ha pisado los platós televisivos de las variedades.

Quiere decirse que ahora la tele es la excusa para pagar las facturas de tantos artistas cuya actividad nada tiene que ver con los concursos. El Cordobés, que también está en nómina, es torero, no bailarín. Pero como la vida es muy dura y el hambre muy largo, cualquier propuesta es un agarre excelente y muy bien pagado. Bienvenidas sean estas ofertas. Es bueno que los artistas coman y coman sus niños. Pero siembran de paso la duda y la confusión sobre la verdadera utilidad del arte, de la creación. Alguien malicioso puede pensar que uno sube a un escenario, a representar a David Mamet (por ejemplo) para ser llamado, finalmente, por un programa de baile de salón. Y no es así, claro. Son los tiempos.