Estoy convencido que la actividad política del diputado Pablo Casado sería el guion perfecto de una serie televisiva al estilo de 'Juego de Tronos', 'El ala oeste de la Casa Blanca', 'House of Cards', 'Borgen',... Hasta Spielberg podría readaptar en versión hispana la película que le dio cuatro Oscar, 'Salvar al soldado Ryan'. Los soldados y el eco de la guerra podrían sustituirse por las intrigas, presiones, cambios de criterio, desplantes, intereses torticeros, traiciones, amigos que son enemigos, enemigos que son amigos,…. todos juntos en una conspiración donde los intereses personales son el único valor, y llegar rápido al poder la única meta.

Él sabe que sin el poder durará menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Conseguirlo se le atraganta, no tiene manual propio y la pandemia es un mundo de oportunidades pero también de fracasos.

Ninguna opción política está rentabilizando la situación. Usar la tecla de la confrontación o el insulto, aunque sean tres por minuto de intervención, no le permite despegarse electoralmente de la extrema derecha que dirige su antiguo compañero de partido. El efecto demoscópico de esta operación no la rentabiliza y, por otro lado, ha dejado un hueco impagable por el que se ha colado Ciudadanos, aprovechando como nunca sus diez diputados.

Dar una patada al Gobierno en el culo de los ciudadanos es muy propio de la extrema derecha y de cualquier 'think thank' al estilo FAES, pero hacerlo a costa de desnudar la irrelevancia del diputado Casado en las votaciones de los miércoles sobre el confinamiento, es imperdonable. ¿Dónde quedan sus aspiraciones a gobernar un país al que niega el instrumento más útil para evitar la mayor tragedia de los últimos ochenta años? .¿Cómo deja a sus compañeros y dirigentes de CCAA y Ayuntamientos que están gestionando la pandemia? ¿Qué utilidad tiene un grupo parlamentario que no es capaz de pactar nada en semejante momento? La sensación que dan, como de ejército de Pancho Villa, es perjudicial para esa organización pero mucho más para el país, porque todo lo que pierde lo gana la extrema derecha.

Los políticos no acaban de entender que ahora no se trata de que gane Sánchez o pierda Casado, sino de salvar vidas, de ganar todos. Confundir la lucha contra el coronavirus con una sucesión de proyectos de ley o de debates electorales, es un grave error. Convertir cualquier actuación del Gobierno en un problema de mala gestión pública para unos , o de la única posible para otros , no nos lleva a ninguna parte, porque es un problema de Estado y como tal debería apoyarse o criticarse.

La pandemia se nos ha colado en una etapa ya de por sí muy complicada para la vida pública y social española, con un Gobierno cogido con alfileres y recién estrenado, muchos responsables sin experiencia de gestión, problemas territoriales y sociales sin resolver y, sobre todo, mucho infantilismo adolescente en la forma de encauzar los problemas. Los egos y la testosterona son malos compañeros y si se trata de responsables políticos, una desgracia.

Sinceramente pienso que esta es una de las razones de tanta bronca, y aunque todos quieran erigirse en jueces de los demás para evitar ser juzgados, las responsabilidades están repartidas desde el más pequeño ayuntamiento a las CCAA y gobierno central. Tan disparatado es negar el pan y la sal a algunas actuaciones del Gobierno , que devienen de unas malas praxis sanitarias de tal o cual C.A., como responsabilizar al Ministerio correspondiente de la gestión de las residencias de mayores transferidas en su totalidad hace decenas de años.

Desgraciadamente ha tenido que ser un maldito virus quien levante las alfombras de una gestión, manifiestamente mejorable en la sanidad y la dependencia. Es pura hipocresía culpabilizar de las deficiencias sanitarias, escasez de material de prevención, de personal, de sanitarios experimentados ,a un Ministerio de Sanidad vacío de competencias con una plantilla actual sustancialmente menor , por ejemplo, que el hospital San Jorge de Huesca. ¿Cuantas veces han denunciado los sindicatos, los consumidores, los profesionales de la sanidad, la falta de recursos humanos, la precarización de las plantillas, la fuga de profesionales, la tensión en urgencias o las listas de espera? Pasar ahora de puntillas seguramente sea lo elegante, pero tenerlo muy presente en el futuro es el mejor aplauso a los sanitarios.

Está claro que el mando único no ha posibilitado delimitar las responsabilidades de cada nivel de gobierno sino todo lo contrario. La centralización y personalización de las decisiones que otros niveles deberían gestionar han quedado difuminadas, permitiendo que se escurran como agua en una cesta.

Cada día estoy más convencido que la capacidad de hablar de los humanos no hace inteligente. Será por eso.