Casi la mitad de los 4.449.701 parados no reciben ya prestación alguna. No figuran entre ese grupo de aprovechados y amas de casa que, según el jefe de la patronal, Joan Rosell, merodean alrededor de las oficinas de empleo a ver si cae algún subisdio. La otra mitad de los desempleados mata el tiempo dejando currículos en empresas que parecen agujeros negros donde se pierden para siempre, apuntándose a cursillos que no sabe bien para qué le servirán, o aceptando unos euros en negro para no trabajar y perder dinero. Cuando ya no pueden más, si son jóvenes emigran buscando lo que aquí se les niega. Unos pocos logran colarse en un mercado laboral cada vez más precario, donde trabajar no es un derecho sino una lotería que toca si uno se porta bien. El Ejecutivo les exhibe como un triunfo y también un aviso para aquellos que tenemos trabajo. Todo podría ir a peor. Mejor conformarse con aguantar como estamos. Tener un empleo se va convirtiendo en una gracia discrecional que conviene agradecer al patrón con el silencio y la sumisión. Aunque el Gobierno y muchos de nosotros hayamos decidido olvidarlo, cada vez más gente queda abandonada a su suerte en mitad de esto que llamamos la recuperación. Olvidados en una espiral de silencio que aparta de la verdad oficial a todo aquel que estropee los buenos augurios. Algo habrán hecho para no estar notando la recuperación, piensan e incluso dicen los talibanes de la recuperación. Pero tranquilos. Mariano Rajoy está firmemente decidido a arreglar la elección directa de los alcaldes. De septiembre no pasa y eso sí que es importante y afecta y cambiará para mejor la vida de la gente, empezando por los alcaldes del PP.

Politólogo