Hemos vuelto a los cines, afortunadamente, y tenemos muchas ganas de ver películas que nos hagan recordar lo maravillosa y segura que puede ser la experiencia cinematográfica. Como gran apuesta y punta de lanza, esta semana se ha estrenado Tenet , de Christopher Nolan , la primera gran producción de Hollywood que llega a las salas tras la pandemia. Por cierto, he visto la película en 70 mm y en versión original (con una copia enviada directamente desde Los Ángeles, como comentó el proyeccionista por megafonía antes de apagarse las luces), sintiéndonos los espectadores como unos privilegiados que iban a ver la película tal y como desea el propio director, acérrimo defensor de ese formato y soporte. Era el día del estreno, se palpaba la expectación y emoción de los grandes acontecimientos, y la sala estaba casi llena (todo lo llena que puede estar en estos días pandémicos, ya me entienden, con muchísimos asientos libres entre los espectadores como medida de seguridad por el maldito coronavirus).

Se cumplen 20 años del estreno de Memento , pero Nolan sigue obsesionado con el tiempo y su tratamiento en el cine. Su última obra (un desafío visual y narrativo apabullante de dos horas y media que se pasa en un suspiro) es su particular homenaje a las películas de James Bond, con un protagonista que va averiguando la palindrómica trama a la vez que el espectador (y también el prota, como los espectadores, va con mascarilla en varias escenas; es fácil empatizar con él).

La cinta es como un compendio de la filmografía del director: hay ecos de Origen , El caballero oscuro e Interstellar , así que para los fans del singular autor supone todo un festín. Los cines, con productos tan entretenidos y originales (que piden además un segundo visionado), están salvados. H