Ayer 29 de septiembre, se celebraba la fiesta de los santos arcángeles San Rafael, San Gabriel y San Miguel. Tres nombres terminados con el sufijo «el», que hacen referencia a Dios, de acuerdo a la lengua hebrea. Así, San Rafael vendría a significar Dios sana; San Gabriel, Dios es fuerte; y San Miguel, ¿Quién como Dios? -«Quis ut Deus», una expresión muy frecuente en la iconografía cristiana de San Miguel arcángel- presentado en la Biblia como el ángel protector del pueblo de Israel, quien a su vez es reconocido por las tres grandes religiones monoteístas: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

Considerado en la tradición cristiana como Príncipe de la Milicia celestial, que combatió y venció al demonio, arrojándolo sobre la Tierra, por lo general se le representa con armadura, blandiendo lanza o espada, sometiendo al diablo que yace derrotado bajo sus pies. Símbolo supremo de la victoria del bien sobre el mal, que no es exclusivo de la religión cristiana, sino que también aparece, en la Antigüedad en las religiones egipcia (cuando el dios Horus alancea al cocodrilo) y griega (en el momento en que Apolo acaba con la serpiente Pitón).

Asimismo, a San Miguel también se le suele representar con una balanza en la mano, en su calidad de encargado del pesado de las almas, de las que, a su muerte terrenal, estaba encargado de llevar al más allá. En este caso San Miguel adquiere el atributo de «psicopompo» («psique» -alma- y «pompos» -el que guía o conduce-). Y en tal condición aparece sosteniendo de un lado una balanza y del otro el diablo, en forma de dragón, con las fauces abiertas, que aguarda el resultado. Y tampoco en esta faceta es original la representación de San Miguel, por cuanto tuvo un anterior precedente en Anubis, dios de la religión egipcia con cabeza de chacal, encargado de pesar los corazones de los difuntos durante el juicio de Osiris para dirimir si debían ir al paraíso o por el contrario acabar en las fauces del dragón. Asimismo, el dios Hermes (en la mitología griega) y Mercurio (su homólogo en la mitología romana) tuvo asignada la misma misión. Los romanos celebraban su festividad en mayo, del mismo modo que en el mundo cristiano también se celebra (además del 29 de septiembre) a San Miguel arcángel el 8 de mayo. Y de uno a otro «San Miguel» era cuando los pastores de alzada asturianos comenzaban y finalizaban la trashumancia con sus ganados.

Por otro lado, durante siglos en Europa, «San Miguel de septiembre» fue la fecha en que granjeros y agricultores procedían al pago de las rentas a sus señores y arrendatarios, una vez vendidos los ganados y finalizadas la recolección del cereal y la vendimia. De manera que este día venía a significar un tiempo de finalización de un ciclo a la vez que de tránsito hacia el siguiente que había de comenzar. Una mudanza también estacional por cuanto San Miguel se celebra apenas una semana después del equinoccio de otoño, que marca el supuesto descenso del sol desde el hemisferio boreal hacia el sur. Es el tiempo de cambio, a principios del otoño, en que suele hacer calor por unos días. De ahí que se le denomine Veranillo de San Miguel, de los Arcángeles, o del membrillo, por ser la época en que se recolecta este fruto del que se elabora el dulce de su nombre.

*Historiador y periodista