A Pedro Sánchez se le ha reprochado que en las 110 medidas del programa electoral no haya ninguna específica sobre Cataluña y que la cuestión territorial se aborde solo con generalidades. Pero en la entrevista que ayer publicaba EL PERIÓDICO el líder del PSOE sí explica sus ideas y sus planes para esta comunidad, que se sustentan en recuperar la confianza y la lealtad entre las instituciones a través del diálogo (entre gobiernos y partidos) y con sentido de Estado para que a medio plazo pueda encauzarse una solución mediante la elaboración y aprobación de un nuevo Estatut que respete el marco constitucional. El actual no ha sido votado por los catalanes, ya que fue recortado por el Constitucional tras el referéndum de ratificación.

Sánchez insiste en su idea de que el problema no es de independencia, sino de convivencia, y cree que el PSOE es el único partido que puede impulsar una solución que rechazan por igual, en su opinión, la derecha y los independentistas, los primeros por su obsesión en aplicar un 155 permanente, lo que indica su falta de proyecto, y los segundos porque (en alusión a Quim Torra) están dedicados a contentar a los extremistas, en lugar de buscar soluciones pactadas. El empeño de Torra en situar al PSOE junto al PP y Ciudadanos o las declaraciones de Gabriel Rufián advirtiendo de que lo peor sería un pacto PSOE-Cs parecen darle la razón cuando afirma que el independentismo vive mejor con el PP en el Gobierno. La falta de concreción sobre Cataluña en el programa electoral ha sido leída por la derecha (PP y Cs) como que Sánchez prepara un pacto con el independentismo «para vender España a plazos», mientras que los independentistas la interpretan como un acercamiento del PSOE a PP y Cs. Sánchez lo explica: no volverá a repetir el acuerdo de Pedralbes, quiere curar heridas, no ahondarlas, pero una nueva unilateralidad se encontraría con otro 155. Para llevar a cabo sus planes y las 110 medidas del programa, muchas de contenido social, Sánchez se propone gobernar en solitario con una mayoría suficiente, aunque está abierto al diálogo con todos los partidos. Pero este es un reto mayúsculo, que las encuestas de momento no avalan, y que será combatido --lo está siendo ya-- por tierra, mar y aire por una derecha entregada al tremendismo para parar a Vox con el peligro de que, en lugar de frenar a la extrema derecha, PP y Cs la refuercen.