La prudencia implica moderación y sensatez. En cambio, tener cuidado supone un temor hacia algo o alguien. Vivimos con la necesidad de andar con cuidado. Con nosotros y con los demás. Por ese motivo estamos más preocupados que ocupados. La preocupación se convierte en angustia cuando estamos desocupados, desempleados o mal ocupados, con una precariedad laboral que nos llena de ansiedad por no llegar a fin de mes, ni trabajando. Ese miedo es el que nos condiciona. Lo peor es que ese temor se instala en nuestro comportamiento y, con el tiempo, no es necesario que exista, de forma objetiva, para que cumpla sus efectos coercitivos. La prudencia, por otra parte, agrupa características como la templanza y el buen juicio. Conlleva, en la toma de decisiones, asertividad y confianza. Valores que refuerzan la personalidad.

La política actual atiende menos a los principios de Baltasar Gracián que a los sobresaltos de Stephen King. La investidura fracasada de Sánchez ha sido una buena muestra. El proceso de negociación, contra reloj, ha visualizado más presiones que razones. Un líder puede ser o parecer carismático, pero jamás debe anteponer su exhibición de liderazgo a su capacidad para saber liderar. No es lo mismo. Hemos visto mucho psicodrama político para mostrar carencias y errores, propios y ajenos. Muchas veces nos quejamos de un exceso de teatralización de la vida parlamentaria. Sin embargo, en esta ocasión, la política ha sido hiperrealista. Estábamos acostumbrados al impresionismo institucional, que nos permitía componer en nuestro interior el paisaje político cambiante, en función de la luz aportada por cada partido. Pero la escenografía de estos días ha producido el mismo rechazo que esos documentales que muestran, tal como son, las vísceras en operaciones quirúrgicas de todo tipo. Sólo los espectadores del triunvirato de Colón, seguidores habituales de su programa «Sálvame España», han disfrutado con la retransmisión en directo de las desgracias de la izquierda.

Pablo Iglesias ha preferido tener gobierno que ser gobierno. Un trágico error. Para la izquierda, para Podemos y para él. No debió leer mi artículo, aquí, sobre el ser y el tener. Ha optado por atender a sus deseos, más que a sus necesidades. Quizás a estas horas ya sea consciente, no sólo de lo que ha pasado, sino de lo que le ha pasado. Le han pasado, rozando, tres ministerios y una vicepresidencia para Irene Montero.

El problema de la avaricia no es que rompa el saco, sino que dé por ahí. Podemos no va a tener otra oportunidad como esta. Cualquier otra opción que ocurra en el futuro es, con seguridad, peor para la formación morada. Que lo sea para el PSOE, entra en diversos grados de probabilidad. Y cierto, tampoco será buena para el conjunto de la izquierda Me atrevo a aventurar que si la decisión hubiera estado sólo en manos de IU, hoy tendríamos un gobierno progresista. ¡Qué tiempos aquellos en que la izquierda quería ser determinante! Hoy, además, sería gobernante.

Los partidos siguen abandonando espacios sociológicos propios a base de reforzar su identidad. Albert Rivera hizo el discurso más populista. Le disputa el espacio, ya no a Casado, sino al propio Abascal. El nuevo líder del PP se acerca al hueco que han dejado los naranjas recobrando el «marianismo» de su antecesor. Y, por si fuera poco, Rufián se convirtió en un hombre de Estado (español). Mientras, Errejón prepara ya el despliegue, en toda España, de su Podemos de nueva generación, dispuesto a ejercer de izquierda sensata ante la «anguitización» de Iglesias. Por cierto, no se sorprendan si ese movimiento tiene repercusiones en Aragón. La relación con una izquierda prudente, como es la formación de Errejón, le vendría como voto al dedo a CHA, carente hoy de su habitual referente estatal. ¿Seguirá en esa situación IU aferrada a Podemos o se acelerarían los divorcios que ya han comenzado en diversos territorios?

Mientras, la derecha se vota. Y la ultraderecha se rebota. El apellido Rouco vuelve a las andadas y la concejala de Vox en Zaragoza, doña Carmen, sigue la estela homófoba del obispo. Les apasionan las listas y quieren conocer a algunos de mis buenos colegas, psicólogos, que ejercen la asesoría sexológica. Supongo que pronto pedirán la lista de los fusilados, por sus antecesores franquistas, en las tapias del cementerio de Torrero. Al menos dejan entrar en su despacho municipal a normales y no normales. Lo de los no normales ya lo sabemos. Nuestro problema no sólo es que entren, sino que salgan cuanto antes.

La izquierda necesita repensar lo ocurrido para reforzar su estrategia de acuerdo. Cualquiera que anteponga sus intereses y fobias, a la ciudadanía, está obligado a apartarse. O lo harán los votantes. Nos merecemos un gobierno conforme a la mayoría que se expresó en las urnas el pasado abril. Y eso significa que Pedro Sánchez debe alojarse los próximos años en el hotel Marigold de la Moncloa. Tranquilos, seguro que al final todo saldrá bien. Y si no sale bien, es que, lo de esta semana, no era el final. H<b>*</b>Psicólogo y escritor