No es habitual que los líderes de las radios generalistas con más parroquianos coincidan en un mismo análisis editorial. De Alsina a Barceló hasta RNE. No es una coincidencia sino el clamor de la opinión publicada por retratar el despropósito de los bandazos del Gobierno del PSOE-Podemos.

La gota que colmó el vaso fue el acuerdo del Gobierno con los herederos de Batasuna -EH Bildu- para la reforma integral del mercado laboral con nocturnidad y alevosía, a espaldas de sus socios naturales y con el desconocimiento de parte de su Ejecutivo.

Es inaudito que el Gobierno firme un acuerdo que hasta la propia ministra Nadia Calviño tilda de absurdo y contraproducente. E incluso el mismo acuerdo para darle la vuelta como un calcetín a la reforma laboral que echa por tierra el diálogo social o que desprecia el trabajo de la comisión por la reconstrucción de España. Lo que más duele es comprobar la indignidad de un acuerdo que le da a Bildu la catalogación de normalidad en la política española cuando son los mismos que todavía no han condenado las pintadas en la casa de la líder del PSOE en Euskadi. Es inconcebible.

Salvo que la nueva normalidad pregonada cansinamente sea que Bildu es el nuevo eje imprescindible para las políticas del país. O que Sánchez ha olvidado que pertenece a un partido político de amplios acuerdos con las fuerzas mayoritarias del parlamento.

No hay coherencia en el camino del Gobierno por trazar las líneas básicas de la coalición de Sánchez e Iglesias para los próximos años. Y con el rechazo de sus socios naturales que auparon a éstos a La Moncloa por la incapacidad en dialogar en tan sólo cinco meses.

Otra vez se vislumbra como Pedro Sánchez es incapaz de reafirmar los acuerdos que suscribe por no estar sujeto a su interés particular de supervivencia. Lo que aún enfatiza más en demostrar que el líder del PSOE ha denostado su palabra sin remedio.

Ni la crisis del coronavirus ha dotado a la política nacional, especialmente al Gobierno, de la madurez demandada por la sociedad. No es viable afrontar los graves problemas que acechan al país en esta pandemia con un Gobierno dividido, esquizoide y sin líneas claras.

Y mientras tanto a las ocho ya no aplaude ni Dios. Lo único que reconocía cada día la importancia de lo esencial en nuestra sociedad: la ciencia y la sanidad. Pero seguimos en el cachondeo patrio de atizar bien fuerte a la piñata de la irresponsabilidad. Hasta que explote.