El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibió al fin al presidente de Aragón, Javier Lambán, tras cuatro meses de espera. No tenía prisa. Sí, en cambio, debía tenerlacuando, nada más tomar posesión, en junio, se apresuró a recibir a los dos presidentes autonómicos que, pese a no acatar la Constitución, mayor peso tienen en la España Constitucional: Quim Torra de PDECat e Iñigo Urkullu, del PNV. Partidos ambos supremacistas y xenófobos. A ambos, a cambio de sus votos, los recibió Sánchez para escucharles hablar de independencia, referéndums de secesión, o acerca de su pretendida calidad de Estados asociados.... Sin embargo, el resto de presidentes autonómicos, los buenos, los leales, los que cumplen y respetan la Constitución y el ordenamiento jurídico, ha ido siendo recibido en Moncloa con el verano y la agenda de la reéntre de por medio. Así el protocolo, irremediablemente los cuatro puntos cardinales de la geopolítica de Sánchez han apuntado a relaciones prioritarias con Francia, Marruecos, País Vasco y Cataluña, y secundarias con los demás.

Esta perversión de la jerarquía política española, que prioriza a unas comunidades sobre otras, tiene su origen y excusa en la cronología de los Estatutos de Autonomía aprobados en los albores de la Transición. Como el de Aragón fue más tardío, al presidente de Aragón se le recibe tardíamente, de los últimos, en Moncloa, presida quien presida. Al presentar con antelación sus hojas de reclamaciones, otras comunidades se nos adelantan en la carrera presupuestaria. Prueba (una más) de que los españoles no somos iguales, ni mucho menos, ni ante el Gobierno ni ante las leyes que rigen las Administraciones Públicas.

En cuanto a la reunión en sí entre Sánchez y Lambán no fue mal. Lo mejor fue que ambos gobiernos parecen dispuestos a entenderse en las grandes materias de infraestructuras; lo peor, que cada nuevo inquilino de Moncloa parece recibir por vez primera las reivindicaciones clásicas de Aragón, como si el expediente del Canfranc, del Corredor Cantábrico--Mediterráeo, del trasvase, de la despoblación, etcétera, hubiese que estar actualizándolo permanentemente. Será lo malo de ser una nación de naciones...