Escribo esto en Domingo de Ramos, eso que llamamos el pórtico de la Semana Santa, una celebración litúrgica festiva en la que las palmas evocan la bienvenida a Jesús a su llegada a Jerusalén. Es al mismo tiempo un inmenso spoiler de lo que vendrá, con la lectura del relato completo de la Pasión. Digo Santa Semana también porque poco o mucho será un respiro después de un trimestre largo y pesado.

El Jueves Santo recordaremos la última cena que Jesús compartió con los suyos y pensaré en los míos, que son muchos y diversos. En tantas ocasiones en que he compartido un pan con tomate, en todo lo que nos hemos dicho y lo que no, porque compartir no siempre necesita de palabras. Pensaré en la grandilocuencia de las afirmaciones con que se desmarcan los candidatos en esta campaña electoral, sabiendo que al día siguiente se tendrán o se querrán acercar. Pienso en Pilato y su «no he encontrado nada para inculparlo»...

El viernes por la tarde no podré evitar el peso de un silencio espeso después del último suspiro, la oscuridad que se extendió a las tres de la tarde según la tradición cristiana, la desolación de Pedro al ver cómo se cumplía la profecía de que negaría a Jesús tres veces antes no acabara la noche. Me acompañará como cada año la Pasión según San Mateo que produjeron Simon Rattle, Peter Sellars y la Filarmónica de Berlín y se me encogerá de nuevo el corazón. Ante la muerte, ante todo, silencio y respeto. Y un abrazo, si puede ser, como dice Joan Carles Mèlich. Recordaré el frío de la noche en una procesión en Vetusta.

El sábado por la noche la vigilia pascual será un gran fuego, que quema e ilumina, para dar paso al milagro de la vida del Domingo de Pascua. Reviviremos la procesión del encuentro, de la madre y el hijo, como siempre acaban encontrándose madres e hijos.

Esta Santa Semana Santa no acabará el domingo, ni el lunes, por muy empachados que hayamos quedado con la mona, sino el martes, con San Jorge. Libros y lectores también seguirán su particular procesión del encuentro, y leer nos hará un poco más cultos, más libres y más felices. ¿Se producirá el milagro?

*Editora