Aquí, en España, todo el mundo sabe al menos dos cosas: que el Pisuerga pasa por Valladolid y que el Ebro atraviesa Zaragoza. Sin embargo, en el extremo oriental del Mediterráneo, a nadie le aprovecha que el Pisuerga pase por Valladolid; y cuando se habla del Ebro, con b o con v, poco importa, nadie piensa ni en la Basílica del Pilar ni en el Puente de Piedra y casi todo el mundo sabe que hablamos de otro río, llamado Evro por los griegos, Maritsa por los búlgaros y Meriç por los turcos.

A ambos lados de ese otro río Evro, que marca la frontera entre Grecia y Turquía, la cosa está que arde por muchas razones, y todas ellas tienen que ver con el origen, la pertenencia o la identidad: los refugiados que llegan de todas partes hasta la puerta este de Europa, la territorialidad de las aguas donde se buscan hidrocarburos y la religión a la que pertenece un singular edificio que resulta ser patrimonio de la humanidad por obra y gracia de la UNESCO.

En la Turquía de muchos se preguntaban hasta hace poco por qué diantre Santa Sofía había sido convertida en museo hace 85 años si durante casi 500 había acogido la mezquita mayor del Imperio Otomano, aunque los casi 1.100 años anteriores hubiera exhibido las cruces de la cristiandad.

Al otro lado del río Evro, los griegos están que trinan porque una vez más el turco se ha salido con la suya y ha convertido en mezquita el museo de Santa Sofía, cuando resulta que el templo fue emblema del Imperio Bizantino en la ciudad que todavía es sede del Patriarcado Ecuménico Ortodoxo, conocida como Estambul por casi todo el mundo, y todavía denominada Constantinopla por los helenos, so pena de ser mal mirados por sus compatriotas si osan pronunciar «Estambul».

No menos cabreados están los rusos, al otro lado del Mar Negro, por lo que de religioso tiene el tema y por las más que tensas relaciones entre los dos países, a cuenta de sus respectivos papeles en los conflictos de Siria y de Libia, entre otros asuntos.

Que se anulen judicialmente ahora decisiones del adorado , el padre de los turcos, que a principios del siglo pasado soñó con modernizar su país y acercarlo a Europa, parece que le importa cada vez menos a menos turcos del siglo XXI.

Frente a las objeciones de UNESCO, los defensores de la decisión de convertir Santa Sofía en mezquita alegan torticeramente que haber cambiado de confesión en 1236 no fue obstáculo para que la Mezquita de Córdoba se convirtiera en patrimonio de la humanidad en 1984. Mientras tanto, los valedores de que la Mezquita de Córdoba se reconvierta en museo y templo interreligioso apelan como argumento al ejemplo de Santa Sofía, convertida en museo por en 1935. Ahí lo tienen, el valor del precedente histórico reducido a la nada, una vez sometido a la prueba del espejo distorsionado de la interpretación de la historia.

Todo depende de la tribu a la que se pertenece, del lado de la frontera en el que se está, de la margen del río desde la que se contempla el paso del agua, del momento histórico en el que nos situemos y de la pomada que a cada uno le sirve de bálsamo curativo.

El punto de vista turco es radicalmente distinto del griego y del ruso, aunque sólo les separe un modesto río Evro en los confines orientales de Europa y un oscuro mar casi interior, respectivamente. Poco importa ya que , apóstol del cristianismo, fuera ciudadano romano y naciera hace más de 2.000 años en Tarso, ciudad griega situada en territorio hoy turco, como lo están también la espléndida Éfeso, la añorada Esmirna o la mítica Troya.

La Pandemia es un asunto lo bastante serio, como para que de vez en cuando hagamos bromas sobre él, así de chulos somos los humanos. Pero poca broma con utilizar argumentos tribales, sectarios, nacionalistas o sentimentales para tomar decisiones que afectan a la salud.

Y ahora que casi termina el artículo, algunos de ustedes se preguntarán qué diablos tendrán que ver entre sí, , la Pandemia, la catedral-museo-mezquita de Santa Sofía, el Ebro y el Pisuerga, la Mezquita de Córdoba y una canción pegadiza que se inventó a finales de los noventa. Pues todo, señores, todo; porque Y así todo y siempre, en todas partes.

¡Buen verano y Jarabe de palo para el coronavirus! H