Santiago es el gran talismán del establishment hispánico desde su irrupción como tempranero Estado en tiempos de los Reyes Católicos. Con solo advocarlo se defendía nuestra ortodoxia católica frente a sarracenos, protestantes y demás enemigos de la patria. El último en abrazar su espantajo ha sido un aborigen santiagués, ahora Presidente del Gobierno de las Españas. Y para ese abrazo sacro tan publicitado se ha hecho acompañar nada menos que de la emperatriz del Sacro Imperio del Euro. El mito parece que sigue funcionando... No obstante, existen razonables dudas de que Santiago el Mayor repose en esa tumba del Campus Stellae, pues no pocos historiadores cuestionan que el supuesto apóstol estuviera en Occidente e incluso su propia existencia. De lo que no cabe duda es del clamoroso éxito del gran relato jacobeo que promovió, en primera instancia, el rey asturiano Alfonso II El Casto y que continuaron, corregido y aumentado, sus sucesores de las monarquías peninsulares. Nació así el itinerario de peregrinación más celebrado de la Cristiandad, que contribuyó al desarrollo, colonización y asimilación de las innovaciones europeas en tierras liberadas del dominio islámico.

Europa, con sus valores y su cultura cristiana medieval, se fue construyendo a través de esta Ruta Jacobea y esto tuvo consecuencias económicas, sociales y culturales muy beneficiosas para el desarrollo de los reinos hispánicos. Luego vino la interesada apropiación del mito por la Corona hispana unificada, en cuyo nombre se expulsaba a hebreos y moriscos y se defendían los principios de un régimen señorial, inquisitorial y ultracatólico. El Patrón de España pasaba a representar los valores que avalaban las intransigentes clases dominantes y sus relatos más o menos sacralizados. Rajoy ha intentado enlazar con esta rancia tradición pero añadiendo la nueva ortodoxia neoliberal de la Europa regentada por Merkel. Y la canciller ha entrado en el juego para lanzar este nuevo relato: la sagrada tierra de Pelayo y Santiago no tiene salvación más allá de este austericida pero escenario supervisado por el Sacro Imperio Germánico. Qué lejos queda esa Europa creativa, dinámica, que aunaba desarrollo económico y cultura de la mano de una original espiritualidad compartida. La nueva del free market predica grandes privaciones para los trabajadores de estas tierras meridionales, cuyas sisas en salarios van a engordar los bancos alemanes y el capital financiero globalizado, al tiempo que se limitan los derechos sociales y políticos en una democracia procedimental.

Si Rajoy y Angela quieren apadrinar este nuevo relato jacobeo, poco ayudan a la fama del mito que, una vez más, tornaría a aliarse con los potentados que trincan y jeringan a una ciudadanía que, cada vez más despierta al menos en sus capas conscientes y dinámicas, ya no está dispuesta a tragarse los relatos interesados de las oligarquías, por mucho que los bendiga el botafumeiro. Se impone, pues, desde tierras ibéricas, relanzar un nuevo relato jacobeo que fomente la "peregrinación" sociopolítica de los ciudadanos europeos para rescatar los valores humanistas, derechos sociales, y genuinos valores democráticos (en las antípodas de la "regeneración" predicada por el PP) que hicieron grande este viejo continente y que han sido secuestrados por los intereses bastardos del capital financiarizado y globalizado.

Santiago, como apóstol de Jesús, estaba del lado de los débiles y desposeídos, del lado del pueblo. Ya es hora, como hiciera Pasolini, de rescatar los mitos cristianos cooptados por los poderosos para sus genuinos destinatarios populares. Por eso el abrazo del pasado día 25 fue una horrenda impostura que debería ser denunciada por los que están en tránsito --los auténticos peregrinos-- hacia una nueva Europa.

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