Aceptado el acuerdo por las partes, firmado el convenio y asumiendo que Figueruelas no es lo que fue (en lo que a salarios y derechos laborales se refiere), los propietarios de Opel han declarado que el montaje del Corsa se quedará en la planta y a partir de 2020 tendrá una nueva versión eléctrica. Ya ven: no hay mal que por bien no venga. Las cesiones hechas por los trabajadores zaragozanos traen aparejada una estupenda prórroga de la actividad del buque insignia de nuestra industria regional. Oye, y por fin se harán en la Tierra Noble coches eléctricos de verdad, después de las bromas que nos gastaron (con la ridícula complicidad Gobierno aragonés) aquellos cachondos que aseguraban estar listos para producir tales ingenios y se las llevaron crudas por todo el morro.

He dicho antes prórroga, porque desde hace tiempo la existencia de la planta de Figueruelas se prolonga encadenando etapas finitas. Por no hablar de quién controla Opel y otros factores contextuales. De hecho, al hablar de lo que puede pasar dentro de pocos años es necesario encomendarse a lo que la francesa PSA (Peugeot y Citröen) quiera ¡y pueda! cumplir. Que ya veremos.

El último conflicto de Opel-España (que nos los puso literalmente por corbata) acabó bien, de la única manera posible. Los sindicatos estuvieron acertados, desde el Pignatelli hicieron lo que pudieron y ahora solo queda pedir a esta sociedad nuestra, tan vacía y embobada, que tenga en cuenta cuánto dependemos de una multinacional cuyos vínculos con Aragón no pasan de ser circunstanciales. Al loro pues.

Una vez, Aznar, a la sazón presidente del Gobierno de España, le dijo a Bush Jr., que en España se hacían... coches. Una mentirijilla. En realidad montamos coches proyectados y diseñados (es decir, hechos) en otros paises. Albergamos lo que en Mexico llaman maquilas. Por eso aquí hay que firmar convenios con marcha atrás, mientras en Alemania los metalúrgicos acaban de lograr subidas superiores al 3% y la posibilidad de elegir jornadas de 28, 35 o 40 horas. Es otra división.