Tengo la masoca inquietud de leer la prensa catalana. Quizá se haya convertido en un hobbie poco recomendable, pero ahí sigo. La costumbre es una segunda naturaleza, decía Galeno.

Desde mi lente intentó abstraerme del ruido -por decirlo de alguna forma- que enarbola el resto del país para comprender, aunque sea con leves pinceladas, el sentimiento nacionalista.

¿Qué demonios significa sentirse catalán desde el prisma nacionalista que difiera de sentirse aragonés, gallego, turiasonense o vegetariano? Y no consigo descubrirlo.

La riqueza plural de un país complejo en las relaciones territoriales trufadas de sesgo político pero increíble en una cultura que traspasa fronteras. Un país diverso, plural y único. Unitario.

Es por eso que el reciente intento de insistir en la matraca del separatismo, desde las filas del socialismo de Miquel Iceta, de que Cataluña debe ser considerada una nación no es una novedad.

El PSC lleva desde su fundación reivindicando la constitución de Cataluña como nación dentro de un marco federal. Un matiz preciso que aglutina un argumento endiablado.

En un inicio, basándose en los atributos históricos, lingüísticos o culturales que posee Cataluña, es absurdo por la consideración de exclusivo.

España muestra una diversidad tan potente en cada provincia que tan solo el planteamiento del PSC respecto a Cataluña debe ser rechazado. Desde esa tesitura, naciones hay tantas como singularidades tiene España. Incontables.

El fLiRteo del PSC con la consideración de nación en Cataluña es una posición incendiaria en un Partido Socialista que aspira a aglutinar a la mayoría de españoles. Todos ellos creyentes, no por fe sino por convencimiento, de la indisoluble unidad de España.

Entiende el socialista Javier Lambán que para «exaltar la sardana o a la Virgen de Montserrat no es necesario declararse nación». Un reflejo de lucidez en el PSOE que será complicado que evite la caída al vacío del sanchismo en la construcción de una España desconocida.

La resolución de un gobierno con estas premisas atisba que no habrá contundencia con la hoja separatista. E incomunica de manera definitiva al PSOE con el centro derecha, y con el resto de partidos constitucionalistas, para los auxilios necesitados en un futuro.

No hagamos que la sardana sirva como la danza que amenice el réquiem de una España irreconocible.