Durante algún tiempo, en esta eternidad de un año que dura ya la presidencia de Donald Trump, pareció que Steve Bannon era el único que se iba a librar de la quema. Mientras uno tras otro iban cayendo los primeros elegidos --el más efímero fue un director de comunicación que duró 10 días, pero le habían precedido el jefe de gabinete, el asesor de seguridad nacional o el mismísimo director del FBI--, el oscuro estratega de la Casa Blanca seguía agazapado en su poder. Posiblemente su mayor virtud, entonces, era no llevarle la contraria a su jefe. No en público, al menos.

Hasta que llegó el general John Kelly al gabinete del presidente, el pasado agosto, a poner un poco de orden en un caos que el propio Bannon se había encargado de alimentar. Apenas dos semanas después, «el gran manipulador», como le había bautizado la revista Time, fue invitado a abandonar su puesto. «Puedo ser desde fuera más eficaz en la lucha por la agenda del presidente Trump», declaró entonces. Pero nunca fue ya lo mismo.

Unos meses más tarde, la debacle total de Bannon a la que asistimos estos días no es solo, pues, la crónica de una caída anunciada; es la purga total de un hombre que creyó que había conquistado la mente de Trump y que ha caído ahora en el más profundo abismo del desprecio.

Su gran pecado, ¡ay! fue creerse de verdad poderoso; fue la arrogancia; fue, sobre todo, atacar a la familia, a Donald Trump Jr. Y tenía que ser, precisamente, en el libro que más ha asustado, de momento, al presidente americano. Desde luego, Fuego y furia, la recién publicada obra de Michael Wolff sobre los primeros meses de la presidencia trumpista, no pasará a la historia de la literatura ni del análisis político. Pero sí ha servido para confirmar los peores rumores sobre la peor Casa Blanca de la que se tiene memoria; un relato en el que Bannon es, sin duda, uno de los protagonistas principales.

Steve Bannon ha pasado en pocos meses de estar en la cima a quedarse, literalmente, sin trabajo. Le acaban de despedir como máximo responsable de su chiringuito de extrema derecha, Breitbar News, y Fox ha anunciado que no piensa contratarle como comentarista. El batacazo es tan grande que cualquier otro en su lugar suscitaría algún tipo de pena, de tibia solidaridad. Pero Bannon es, en sí mismo, un personaje tan repulsivo que todo el mundo, propios y ajenos, están celebrando su desgracia. «Es malo, mentiroso, incapaz de interesarse por nadie. Parece que sus ojos van buscando siempre un arma que poder clavarte», dice uno de los entrevistados por Michael Wolff.

Bannon supo aprovechar que fue el primero, y el único, que realmente creyó en una posible victoria de Trump, para ganarse al presidente e impulsar una agenda de extrema derecha, xenófoba, fascista y supremacista. Su debacle demuestra que en el caótico magma de la actual Casa Blanca todos, pronto o tarde, acaban sucumbiendo. Lo malo es que buena parte de su programa ya está en marcha, y nadie parece dispuesto a querer pararlo..

*Directora de EsglobalSFlb