La celebración del Día Internacional de Conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto y de prevención de Crímenes contra la Humanidad va acompañada, desde que se instauró por la Naciones Unidas en 2005, de diversos mensajes que pretenden dar una cierta unidad en la realización de los numerosos actos que se celebran en diferentes partes del mundo y quieren ser, también, un motivo de reflexión actual tanto en lo que respecta al imprescindible recuerdo de los distintos colectivos de las víctimas del nazismo, como de las enseñanzas que se desprenden de aquel periodo siniestro de nuestra historia.

Pues bien, este año el eslogan que se ha adoptado mayoritariamente es el que titula estas líneas y parece muy acertado en un momento en el que los sistemas democráticos -que parecían bien asentados en nuestro mundo occidental y donde pudiera pensarse que los Derechos Humanos estaban garantizados, entre otros motivos, por las lecciones aprendidas del pasado tras la traumática experiencia que llevó al genocidio de millones de personas tan solo hace una décadas- han demostrado su debilidad y las democracias formales han quedado expuestas al peligro evidente del resurgir de viejas políticas, algunas con poder ejecutivo, que ponen en jaque los derechos de todas las personas, evidenciando la falta de garantías de nuestros sistemas políticos para siempre y para todos.

La memoria del Holocausto nos advierte cómo los derechos de amplias capas sociales de la sociedad alemana se empezaron a conculcar de forma sistemática, y de forma progresiva, mediante disposiciones legales amparadas por el entramado jurídico del propio Estado alemán, dando pie a la ejecución de medidas discriminatorias y persecutorias a quienes habían sido señalados como enemigos del Reich, que iba a garantizar los derechos de la pretendida raza aria, la única llamada a poseerlos. Como muy bien ha resumido la Amical de Mauthausen en el comunicado que ha publicado con motivo de esta conmemoración: «La eliminación de los judíos vino precedida por una serie de medidas de identificación y segregación que les privaron de todos sus derechos, proceso que condujo al asesinato industrial y planificado, una vez consumadas también las matanzas en los territorios de la Unión Soviética».

Nube negra

Este intento de exterminio de la población judía se ha convertido en un hecho excepcional de nuestra historia contemporánea y nos atañe básicamente a los europeos porque fue en Europa, con la aquiescencia -activa o pasiva- de amplias capas de la población, donde el asesinato inmisericorde de millones de inocentes se extendió como una nube negra de muerte por todo el territorio. Pero, vistas determinadas actitudes actuales, incluso desde puestos de responsabilidad gubernativa, cabe preguntarse si realmente salimos vacunados de aquella experiencia traumática y de la mancha indeleble que parecía haber dejado sobre nuestra memoria colectiva.

Es cierto también que no solo la población judía sufrió persecución y exterminio. ¿Cómo no recordar también en este día a los gitanos, a los homosexuales, a los testigos de Jehová, a los discapacitados, o a los enemigos políticos? Todos estos colectivos fueron víctimas, también del nazismo y, junto a los judíos europeos, suman los millones de víctimas ejecutados de una u otra forma ya fuese mediante asesinatos masivos o mediante el trabajo inhumano al que fueron sometidos muchos de ellos. Y a todos se recuerda en estos actos y, también, de forma específica a los más de 9.000 españolas y españoles que desde el verano de 1940 fueron deportados al campo de Mauthausen y, posteriormente, lo fueron al de Dachau, Buchenwald, Sachsenhausen, Neuengamme, Ravensbrück… El encendido de velas es diverso y variado, con representación y recuerdo de cada uno de los colectivos represaliados y, hoy más que nunca, el resplandor que se desprende de estas velas quiere representar la luz simbólica de la esperanza de una sociedad que se debate entre la superación de las sombras pretéritas y la perspectiva de un futuro que no aparece despejado por la persistencia de numerosas contradicciones que lo enturbian.

Como repetimos un año y otro también: las lecciones del pasado nos han de servir para pensar un futuro donde todos y todas tengamos cabida y ninguna persona pueda sentirse ninguneada o despreciada ya sea por su ideología, por su creencia religiosa, por su etnia, por su orientación política o por cualquier otro motivo.