El barco de Open Arms ya ha llegado a Barcelona. Antes, llegó el Aquarius a Valencia. Y su arribada nos hace mejores. Necesitamos ejemplos de solidaridad, de justicia, generosidad y empatía. Y necesitamos que provengan de nuestras instituciones. Porque del mismo modo que ellas son un reflejo de nosotros mismos, también son un espejo para todos los ciudadanos. Considerarlas un bloque cerrado y hostil, solo nos hace sentir más solos y más desprotegidos. Y alimentan la cerrazón, el miedo y los recelos de la población. El perfecto caldo de cultivo de la ultraderecha.

LA MIGRACIÓN es uno de los grandes desafíos de este siglo. Pensar en una Europa fortaleza es inútil. No solo resultará imposible retener a millones de personas víctimas de conflictos armados y de la pobreza extrema, sino que blindarnos frente a la injusticia es el camino hacia la autodestrucción de Europa.

Es crucial que las instituciones desarrollen una estrategia solidaria a largo plazo. Solo si la acogida de los inmigrantes respeta sus derechos, también podrá exigir la adhesión a los valores y normas de la sociedad que les ampara. No son ellos los que ponen en riesgo la identidad europea, es la traición a los valores de Europa la que la hacen tambalear.

Está en nuestras manos su pervivencia. Ser cómplices de gestos humanitarios como la acogida de los barcos y no caer en la trampa de la xenofobia es motivo de orgullo.

*Periodista