Me contaron hace años el chiste de aquel que recibe un telegrama de un socio suyo que decía, lacónicamente: «Empieza a preocuparte. Detalles en breve». Cuando se lo he contado a mis alumnos, les he tenido que explicar, a continuación, qué es -qué era- un telegrama. Me pareció que no lo conseguía, así que opté por cambiar de chiste. Pero, de todos modos, su contenido viene muy bien para hablar de 2019.

Motivos para la preocupación hay muchos: el brexit; el proteccionismo norteamericano (y de otros); las elecciones del Parlamento Europeo y su incierto resultado (la cuestión no es quién tendrá la mayoría, sino qué futuro espera a la Unión Europea); la subida de tipos de interés de la Reserva Federal de EEUU; el reajuste en China y su batalla comercial con Estados Unidos; los equilibrios de Brasil, Argentina, Turquía, Irán; el populismo, los nacionalismos… Pero aún falta la segunda parte del telegrama: los detalles irán llegando a lo largo del año, y esperemos que no se acumulen demasiados al mismo tiempo.

En el lado positivo tenemos una economía española que aguanta. Y eso es mucho. Pero, ante los posibles detalles alarmantes que puedan venir de fuera, me gustaría disponer, primero, de colchones que paren los golpes, y luego, de algunos reconstituyentes para cuando haga falta -porque, cuando al atleta le entra la pájara, ya adelantada la carrera, necesita un acelerón que devuelva las fuerzas-. ¿Será la política monetaria? El Banco Central Europeo (BCE) tiene margen para una emergencia, quiero decir que sacó de la manga cartas importantes, cuando hizo falta, de modo que… ojalá conserve sus poderes mágicos, y los quiera usar. Pero lo que puede necesitar nuestra economía ahora es un apoyo suave, una bajada de tipos de interés… que no ocurrirá. Y me parece que tampoco nos conviene seguir fomentando el crédito al consumo: pan para hoy y dificultades para mañana…

Bueno, pues, ¿recurrimos a la política fiscal? Olvidémosla, me parece, en nuestro país. No tenemos mucho margen para gastar más (¿otro programa de rotondas para facilitar la recuperación?) o bajar los impuestos, y la deuda pública es suficientemente alta como para no permitirnos un déficit mayor. Bien, pero quedan las reformas. ¿Cuáles? ¿Volver al modelo laboral de los años anteriores a la crisis? ¿Un chute para reanimar la investigación o la formación profesional? ¿Una reforma fiscal, orientada a garantizar el futuro, no a repartir la riqueza del presente?

Perdón, porque me ha salido la vena negativa. Y es que hemos perdido mucho tiempo, que debiéramos haber dedicado a volver a sentar las bases de nuestro futuro. Pero volvamos al despacho del director general. Como decía antes, las cifras diarias siguen siendo buenas, de modo que sigue con tu estrategia, la que has pensado en los dos o tres últimos años. Cubre los frentes por donde pueden aparecer los problemas. Sigue atentamente la caja, los ingresos y los gastos; procura mantener un balance saneado; busca soportes financieros, antes de que lleguen las lluvias torrenciales (si llegan). Como dije antes, los tipos de interés apuntan hacia arriba: adelántate a un posible empeoramiento.

Revisa las fortalezas y debilidades de tus productos y mercados. Ten preparadas medidas de emergencia: los mercados de exportación no están en el mejor momento. Cuida tus costes, claro: esto debe ser tarea de cada día, siempre, pero más aún en épocas de incertidumbre. Pero no comprometas tu futuro por una excesiva atención al presente. Cuando despides a un trabajador porque es caro, estás lanzando un mensaje a todo tu equipo: lo que me interesa de vosotros es vuestra productividad y vuestro salario. ¿Es esta una buena palanca para el futuro? No pierdas de vista esas tendencias de fondo que se están produciendo en tu entorno, como las políticas energéticas o el cambio climático, por si puedes descubrir ahí oportunidades innovadoras.

Vuelvo al telegrama del principio. Ya nos hemos asustado: los titulares de los medios de comunicación nos traen, cada día, nuevos miedos. La culpa, claro, siempre es de los demás: de Donald Trump, de la Unión Europea, de China, de los emergentes, del Banco Central Europeo… Pero eso, que está bien para las tertulias alrededor de un café, no sirve para dirigir bien. Leí hace tiempo algo que puede servirnos de lema para este nuevo año: «Lo importante no es el mar, las olas o el viento, sino el diseño del barco y la pericia del capitán y de la tripulación». Si lo tenemos en cuenta, sortearemos obstáculos y llegaremos a buen puerto. ¡Feliz 2019!

*Profesor del IESE