Es una anécdota muy conocida, aunque luego desmentida por su protagonista. El torero madrileño Luis Miguel Dominguín se levantaba de la cama tras acostarse con la actriz Ava Gardner. Ella le preguntó: «¿Y ahora a dónde vas?» A lo que él contestó: «A contarlo». La tentación, no muy caballerosa, por cierto, de airear semejante logro amoroso era muy grande. Algo parecido debió de pasar por la cabeza de los mozos de los Sanfermines captados por una fotógrafa cuando una vaquilla le iba a pasar por encima en la plaza de Pamplona. Varios llevaban en la mano sus móviles con los que captaban ellos mismos la imagen del animal aproximándose como un tren de mercancías. Para esos arriesgados fotógrafos, la aventura no era correr las vaquillas, sino poder documentar su atrevimiento con imágenes. Ya ocurrió en un encierro de las fiestas del 2014, cuando un mozo se hizo una autofoto en los mismos morros de un toro bravo. Fue una imagen que llevó al Ayuntamiento de Pamplona a estudiar multas a corredores imprudentes. Las redes sociales permiten esta nueva forma de exhibicionismo según la cual lo importante no es subir una montaña, descender un barranco, correr los toros o lanzarse en parapente, sino que se le vea en ese contexto de riesgo. Los sociólogos han determinado que lo que se busca en las redes es proyectar nuestro yo más original, divertido, brillante y valiente. Ese yo que no alcanzamos en La vida cotidiana, pero que queda en evidencia ante todo el mundo cuando colgamos un vídeo en Facebook, aunque luego escondamos el morado del pisotón de la vaca. *Periodista