Cuando yo era cría, en los 70, recuerdo que los meses de agosto se paralizaba el país. Las fabricas paraban, los comercios cerraban y las ciudades quedaban vacías, con una estampida cuyo destino marcaban los posibles familiares, el pueblo, el cámping, la playa, y unos pocos marchaban a descubrir mundo.

Esa tendencia ha ido cambiando, aunque agosto sigue siendo el top vacacional, pero quienes tienes la opción de elegir encuentran fuera de esas fechas, más opciones para disfrutar de unas merecidas vacaciones a mejor precio. Como consecuencia, la temporada de verano para los lugares que son receptores de turismo se ha alargado generando más empleo o al menos de mayor calidad.

Los próximos días nos encontramos frente al periodo de descanso de la Semana Santa, venimos de San José, la Cincomarzada, Navidades, La Inmaculada, el Pilar y así, uno detrás de otro nuestro calendario de descanso, y por lo tanto turístico, se concentra en días en los que todos coincidimos, nos apelotonamos. Hasta ahora en lo que recordamos los mortales, este sistema coincidente de festivos solo suponía molestias como atascos, filas, imposibilidad de reservar donde nos gustaría comer, pero ahora somos conscientes de que estas aglomeraciones son insanas. De momento para este año por mucho que seamos estrictos y pese a no ser ni epidemióloga ni vidente, me aventuro a decir que tras la Semana Santa se incrementarán los casos de contagio por covid, los ingresos y las muertes. No puede ser de otra manera, ya que los anteriores periodos de descanso han acarreado picos y hasta brotes. ¿Qué consecuencias tendrá esto para el turismo y la economía? Más desastre.

Deberíamos de repensarnos muy en serio esto de los calendarios laborales y pensar tanto en el descanso laboral como en cómo darle una vuelta de tuerca a nuestro turismo, para desestacionalizarlo y generar un movimiento permanente en el mismo.

Desde mi rincón lanzo algunas propuestas. ¿Y si cambiamos la Semana Santa por la Semana sana? Quien profese la fe cristiana puede optar por sanar su espíritu tomándola como periodo vacacional , pero quien profese otras religiones ¿Por qué no le vamos a permitir hacer lo propio con la suya?, y a quien no profese ninguna o simplemente no sea practicante ¿Por qué no permitirle que dedique unos días al descanso en cualquier fecha del año a desfogar su agotamiento practicando sus hobbies preferidos, o simplemente disfrutando de sus seres queridos? Ciertamente creo que mantenemos arquetipos laborales algo arcaicos y desacompasados de una sociedad cambiante, que evoluciona hacia la flexibilidad. Y con ello, flaco favor le hacemos a esta maltrecha economía, a la precariedad de algunos sectores como el turístico que por contra suponen un importante porcentaje de nuestro PIB y al bienestar de los trabajadores y trabajadoras.

Apostando por un modelo de descanso más flexible, aportaremos por nuestra salud y nuestra economía.