Las Cortes Generales, que "representan al pueblo español", están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado (Art. 66.1 de la Constitución), en un sistema parlamentario bicameral. Los redactores de la carta magna siguieron en este asunto modelos, aunque con distintas competencias, como el estadounidense y el británico. El Senado se diseñó con dos funciones primordiales: mejorar las leyes aprobadas en el Congreso y servir como Cámara de equilibrio territorial. Esa era la justificación esgrimida en 1978, pero la realidad es otra bien distinta y lamentable.

El Senado, tras cuarenta años de funcionamiento, ha demostrado ser una institución tan inútil como costosa. Esto ha quedado muchas veces de manifiesto, pero en estos días el Senado se ha convertido en una mascarada, salvo que sus señorías senadores mostraban sus rostros (¡y qué rostros!) al descubierto.

El trámite exprés de la reforma de la Ley de Educación, en el que no se ha aceptado ni una enmienda ni una sola mejora, ha dejado el texto legal exactamente igual que el que salió hace un mes del Congreso. Al texto de esta ley, la octava sobre Educación en el período democrático, no se le ha modificado en el Senado ni una sola coma, y anda que no es mejorable; pero tampoco importa demasiado, porque un Gobierno de otro signo distinto la cambiará de nuevo por la novena, al tiempo.

Sin enmiendas

Y lo mismo ocurrirá el próximo martes 29 de diciembre (o quizás el miércoles 30), con la Ley de Presupuestos, que será aprobada tal cual la ha remitido el Congreso, sin atender a una sola de las alrededor de 3.500 enmiendas presentadas.

Así las cosas, con semejante burla a senadores, a las formas democráticas y a las instituciones del Estado (de los españoles hace ya tiempo que la casta se cachondea con verdadero regocijo), es evidente que el Senado no sirve para otra cosa que colocar a 264 señorías (¿son conscientes de que el Gobierno los está tratando como idiotas de remate?), buena parte verdaderos dinosaurios de la política que dormitan ahí, tan ricamente, con su sueldo y su aforamiento, sin más trabajo que decir "sí, señor" a lo que les mande el jefe de turno.

Por cierto, la misma Constitución que juraron o prometieron cumplir dice que "los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo" (Art. 67.2). ¿Se habrán enterado?

Vista la inanidad del Senado, lo lógico sería suprimirlo, aunque para ello hay que cambiar la Constitución. Supongo que la mayoría de los españoles estará de acuerdo; o no, vaya usted a saber.