Si aún no tienes la cabeza bien centrada y te prometen ríos de miel, empleo seguro, más riqueza y libertad, ¡mucha libertad!, como gritaba una quinceañera, pues es comprensible que quieras votar tan fascinante panorama. Ahora, si eres un potente empresario o un rumboso banquero y te crees el discurso anarquista de la CUP y las mentiras de Junqueras y Puigdemont o es que eres muy tonto o muy malvado. El doble lenguaje de la gran patronal y la banca catalana ha contribuido a potenciar el desafío, porque mientras aseguraban que no había riesgo de ruptura unilateral preparaban la mudanza fiscal fuera de Cataluña, por si las moscas. Con la excepción de Borrell nadie ha explicado con datos el impacto económico que tendría la independencia de Cataluña a ambos lados del Ebro. Solo después de la insurrección del Parlament, el seis de septiembre, empezaron a saltar las alarmas y vimos cómo la principal empresa alimentaria de Cataluña hacía una ridícula declaración españolista tras haber cebado la independencia a través de la Fundación Carulla. O el desesperante esfuerzo de la principal marca de cava por salvar la campaña tras descubrir la Guardia Civil que el material electoral se escondía en Unipost, otra sociedad de la familia Raventós. Que la biotecnológica Oryzon haya frenado su despeño en la Bolsa tras anunciar que lleva su sede a Madrid puede ser la señal que todos esperamos. Igual la solución es económica y no política. La clave la dio la heredera del imperio farmacéutico Almirall pateándose el domingo Barcelona con la bandera de España. H *Periodista