El Ibex-35 de la bolsa española registró ayer una brusca caída del 3,59% y perdió el listón psicológico de los 10.000 puntos. El mercado español siguió la tónica de los europeos y de Wall Street, en una jornada que resume las incertidumbres sobre la evolución de la economía mundial. En el ámbito europeo, ya hace un trimestre que la locomotora alemana da señales de agotamiento. El propio Gobierno de Angela Merkel ha anunciado la revisión a la baja de sus previsiones de crecimiento, y las otras dos grandes economías del euro --Francia e Italia--, por motivos distintos, tienen perspectivas peores. La ralentización del crecimiento de China y las dificultades de Brasil y otros países latinoamericanos frenan el potencial exportador alemán, y europeo en general. Hay otros elementos que influyen en esta coyuntura, como la retirada de estímulos monetarios por la Reserva Federal de EEUU (Fed). Otro reflejo de la desaceleración se constata en la caída del precio de petróleo, fruto de la reducción de la demanda y de la llegada al mercado del petróleo extraído en EEUU por las polémicas técnicas del fracking. Todos los indicadores invitan a pensar que el mundo puede enfrentarse a una tercera recesión, o bien a un largo periodo de estancamiento.

LAS NUBES PERSISTEN

España, obviamente, no es ajena a este marco macroeconómico, pese a que mantiene algunos índices positivos. Pero las nubes están ahí. Ayer se conocieron datos que señalan que el déficit exterior vuelve a ser preocupante: se ha doblado en los ocho primeros meses del 2014 en relación al año anterior, debido a que el consumo interno ha crecido (y por tanto importamos más) mientras que las exportaciones han retrocedido. Ante la incertidumbre, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, que ha analizado los presupuestos del 2015, advierte que será difícil cumplir el déficit fijado (4,2%) al cuestionar las previsiones de ingresos por IVA y sociedades, debido a las dudas sobre la recuperación. Con el inquietante panorama que se abre, habría que reflexionar sobre cómo encarar el futuro,y de forma muy concreta sobre las previsiones presupuestarias del próximo año, no sea que de nuevo los ajustes se hagan sobre las partidas de gasto social, y muy especialmente de las autonomías, que viven desde hace años sumidas en la asfixia prespuestaria.