La memoria de Ramón J. Sender debería acompañarnos a los aragoneses a diario, pero, por desgracia, no es así. Casi nadie se acuerda de él y muy pocos lo leemos o releemos, asombrándonos una y otra vez con la belleza y profundidad de sus obras maestras: Crónica del alba, Réquiem por un campesino español, El rey y la reina, La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, Monte Odina, Míster Witt en el cantón, Casas viejas, Imán...

Incuestionablemente, al menos desde mi punto de vista, se trata del escritor español más importante del siglo XX. Por supuesto, y con gran diferencia, del narrador aragonés más destacado de todos los tiempos. A años luz de otros prosistas españoles que sí recibieron importantes galardones, como Cela o Delibes, y muy encima de Hortelano, Ferlosio, Panero, Trigo y tantos otros a los que el franquismo canonizó, en muchos casos (como el del siniestro Don Camilo), en pago a los servicios prestados por comisariado político y delación.

Sender, republicano, excombatiente contra Franco, exiliado, y siempre ferozmente independiente, como el buen, cabal y universal aragonés que fue, se mantuvo hasta el final fiel a sus principios. Sus ansias e ideas de libertad, creación literaria y universalidad fueron plasmándose en el más del centenar de obras que acabaría firmando, con tanta fertilidad como calidad. Ningún género escapó a su genio, ni la crónica, ni el ensayo, la poesía, el periodismo, el teatro, aunque sería en la novela donde su talento se desbordó y brillaría a la altura de las mejores plumas de un siglo XX que él experimentó y analizó como pocos autores. Desde su exilio en Estados Unidos, solo, pero, al mismo tiempo, acompañado por todos los recuerdos de su infancia y adolescencia, por los fantasmas y las voces de su extrañado pero nunca olvidado país, dejó que su mano escribiera ríos de tinta, unas veces clara, otras tan turbulenta como los episodios de odio y muerte que le tocó vivir en Marruecos y en la guerra civil española.

¿Saben los jóvenes aragoneses que Ramón J. Sender definió mejor que nadie nuestra alma, quiénes fuimos, quiénes somos, de qué materia estamos hechos?

Teniendo en cuenta que ni se estudia en los colegios ni se lee en las universidades, no lo creo. Una pena.