Los presidentes del Gobierno no se enteran de casi nada, vino a decir ayer el testigo Mariano Rajoy en sede judicial.

El españolito de a pie, equivocadamente, como de costumbre, debía pensar que los titulares del ejecutivo lo saben todo de La Moncloa, cuanto ocurre en los ministerios, todo lo que pasa, incluidas las pasas, en el partido, pero no, miren por donde, nada de eso, no se enteran de nada.

Rajoy nunca supo lo que pasaba en su partido, que había caja B, comisiones millonarias, conspicuos delincuentes a cada enmoquetado paso del inmueble de Génoca cuyas facturas de obra desaparecían como los ordenadores con información sensible. Pero, aún no sabiendo, aún desconociendo todo aquello que sucedía en sus contiguos despachos, Rajoy puso orden, echó, por si acaso, a un par de aquellos, a Correa, principalmente, y de ese modo arregló el partido.

Ayer era Felipe González quien no se enteraba de los GAL hoy es Rajoy quien no sabe parar el gol de la corrupción. Mañana...

En el futuro, otro presidente español comparecerá ante el juez o ante la opinión por la misma o parecida causa, pues los grandes poderes y partidos parecen incapaces de solucionar el problema de la corrupción. Cuya raíz, nacimiento, origen, hay que buscarlo en la financiación de las fuerzas políticas.

Ése es el huevo de la serpiente, todos los males nacen de ahí.

¿Qué son los partidos? Además de legítimos representantes de la voluntad popular, se han convertido en empresas con múltiples sedes, numerosos empleados y un agobiante gasto corriente en mobiliario, luz, telefonía, publicidad, asesoramiento y, por supuesto, a cada dos por tres, las carísimas campañas electorales. ¿De dónde salen los fondos para pagar semejantes infraestructuras humanas y materiales? De las subvenciones oficiales y de las cuotas particulares, en principio, pero, ¿y si el partido sigue creciendo, hay que abrir nuevas sedes, contratar más personal...? Ahí es donde aparece la comisión, el 3%, la corrupción, los donativos opacos, el dinero procedente de otros países...

¿Solución? Sin duda, una nueva ley de financiación de partidos, transparente y rigurosa, podría poner fin a estas malas prácticas, pero, ¿quién la redacta y quiénes la votan en el Parlamento? Respuesta: nadie. Argumento: no interesa.