Estamos atados a lo "políticamente correcto"; toda la gente pública se lo piensa dos veces antes de soltar lo que le viene a la lengua. Sepan que en este país de María Santísima, la mayoría de los humoristas que aparecían en las noches exitosas de TVE contaban chistes de gangosos y maricas. Todo el mundo se reía y jamás a nadie se le ocurrió denunciar semejante atropello.

Pero existe un pequeño hueco que discrimina a hombres y mujeres. Lo hemos detectado con esas dos neumáticas chicas que en la feria Fitur promocionaban una discoteca en Gandía. Los varones se hacían fotos con ellas mientras el resto de los espectadores fruncían el morro; es de mal gusto comentar que una chica "está bien buena". Ah, pero eso no funciona cuando las comentaristas son señoras; es asombroso que cuando aparece un varón de excelentes hechuras en la tele, las más próximas a él tienen bula para comentar en voz bien alta que el tipo "está como un queso", acompañado de un griterío sin recato por parte del mujerío de la grada. El otro día el evento superó lo imaginable: acudió de promoción a Zapeando (La Sexta) el actor Hugo Silva, y la presentadora Ana Morgade, tras soltarle una colección de piropos, se encadenó a él con unas esposas. Sin duda, todo aquello iba en broma, pero resultó un poco excesivo. Se me ocurrió pensar qué hubiera sucedido si el protagonista piropeador hubiera sido un hombre con una señora estupenda. Le hubiera caído una lluvia de insultos por machista y retrógrado. ¿O no?