Abundan cada vez más los predicadores que nos sermonean desde suntuosos y vendidos púlpitos políticos, económicos, mediáticos y académicos que para salir de esta crisis, recesión o depresión --¡qué más da el nombre!-- debemos alcanzar el crecimiento económico. Con él, cual si fuera el bálsamo de Fierabrás, brotarán a borbotones millones de puestos de trabajo con unas justas remuneraciones, y los trabajadores veremos ampliados los derechos socio-laborales ya reconocidos en nuestra Carta Magna. Por lo que pronto el paro será una antigualla prehistórica. Tanta bonanza, tanta felicidad y tanta prosperidad para los trabajadores serán posibles gracias a la extraordinaria reforma laboral, de la que es principal artífice, nuestra ínclita Fátima Báñez. Esta señora tiene ya reservado un lugar en los manuales de Historia de España.

Eso sí para crecer económicamente, hay que sanear las cuentas públicas. O lo que es lo mismo, reducir el sacrosanto déficit público. Que para eso ZP y Rajoy una noche tenebrosa para nuestra ya averiada democracia, se reunieron a modificar el artículo 135 de nuestra constitución. Una regresión que, según Gerardo Pisarello, excedía incluso lo exigido por el Banco Central Europeo y que carece de parangón en el Derecho constitucional comparado. Por tanto, lo primero que hay que pagar es la deuda pública, es decir a los bancos, si para ello hay que despedir médicos, profesores, policías o asistentes sociales, se despiden. O retrasar mamografías, se retrasan. Y punto.

Muy pocos se preguntan por el origen de ese casi billón de euros de deuda. Quien tiene la osadía de hacerlo es arrojado sin contemplaciones al Averno. Mas, sería lógico en un país democrático, el que la ciudadanía quisiera conocer cuándo, quiénes, cómo y para qué se asumieron tantos gastos superfluos. ¡Qué menos! Mas en una democracia de pantomima, aquí nadie explica nada, aunque tampoco existe una fuerte presión social para que nuestros gobernantes tengan que hacerlo. A veces irrumpe el gran Floriano --vaya papelón el suyo-- para reprendernos: hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, y por ello debemos pagar por nuestros pecados. Ese déficit lo han generado las subvenciones a los sindicatos, el subsidio de desempleo, las pensiones, las autonomías y la nómina de empleados públicos. Por supuesto, los responsables son los socialistas. Y punto. La gran mayoría este discurso lo cree. Si alguno no convencido de la respuesta insiste en querer saber, es acusado de antisistema o antipatriota.

Por ende, nuestros políticos ufanos se lanzan en tromba a corregir el déficit por lo vía de los recortes del gasto social. Obviamente podría hacerse por la vía del incremento de los ingresos. No les interesa. Tendrán poderosos motivos. Pero claro que podría hacerse. Es una clara opción política que está ahí y que defienden afamados y reconocidos economistas. ¡Anda que no hay posibilidades ahí! Una reforma fiscal en sentido progresivo, eliminación de los paraísos fiscales, persecución del fraude fiscal de chorizos y mangantes de cuello blanco. ¡Anda que no abundan en esta querida España nuestra! Gürtel, Noos, La Muela, Plaza- A la izquierda cuando roba suelen cogerla más pronto y saliendo con un saco a rastras, ya que la justicia con ella suele ser extraordinariamente diligente; en cambio la derecha es más sutil, y más acostumbrada sabe robar más y mejor, --lo que no le impide arrogante llenarse la boca con la palabra de patriotismo--, tras suculentos banquetes en restaurantes de muchos tenedores, en los despachos de notarios o como señala César Molinas en su encomiable libro Qué hacer con España, tomando canapés en el bar adjunto al palco del Santiago Bernabeu, auténtico centro neurálgico de la política económica del país. Por supuesto, cuando los delitos de todos estos mangantes de la derecha son flagrantes y obligan a intervenir a la justicia, los procedimientos se eternizan y el juez que lleva el caso tiene que andarse con pies de plomo, ya que al mínimo error procedimental será apartado contundentemente de la carrera judicial. Ejemplos tenemos, como los de Baltasar Garzón y Elpidio Silva. Y el juez José Castro debería estar preocupado al provocar tanto martirio.

Retorno al tema del crecimiento, ¿qué crecimiento? Si llegan los millones de puestos de trabajo, ¿en qué condiciones? Y además, no es cuestión baladí, ¿vamos a crecer destrozando este bellísimo planeta que nos legaron las generaciones que nos precedieron? No existe el planeta B. Como dice Boaventura de Sousa Santos en la Primera Carta a las Izquierdas, "el siglo pasado reveló que la relación de los humanos con la naturaleza es una relación de dominación contra la cual hay que luchar; el crecimiento económico no es infinito". Tiene razón. Nosotros, los que nos escandalizamos porque una mujer aborte, no lo hacemos por la destrucción de la Naturaleza o la Madre Tierra. Las generaciones futuras nos pedirán cuentas por ello. Quiero finiquitar con unas palabras de Keynes, llenas de sabiduría y premonitorias de la capacidad destructiva del ser humano: "Destruimos la belleza del paisaje porque los esplendores de la naturaleza, de los que nadie se ha apropiado, carecen de valor económico. Seríamos capaces de apagar el sol y las estrellas porque no dan dividendos". Profesor de instituto