En España, bendito país, el secular atraso de nuestros procesos políticos ha desembocado en un surreal ejercicio de anticipación que situa a los reaccionarios carpetovetónicos medio siglo por delante de esta fusión entre el neoliberalismo sádico y el parafascismo supremacista que ahora denominamos populismo de derechas. Aquí, el argumentario ultraconservador de toda la vida se tambaleó en los Setenta y los Ochenta, cuando el tardofranquismo era visto como algo odioso, soso, casposo y asqueroso. Sin embargo, aquel ideario anclado en la parafernalia del saludo romano, la nostalgia hitleriana y el ritual católico preconciliar resulta ser hoy mismo, en plena posmodernidad, una propuesta de vanguardia. El nacionalismo, el autoritarismo, la manipulación informativa, la esvástica y el Ku Klus Klan vuelven a estar de moda en EEUU. En verdad, el advenimiento de Trump fue profetizado por los columnistas de El Alcazar.

Estos días se debate si la libertad no habría de amparar a los majaras de Hazte Oír como ampara a los drags canarios del show carnavalesco o a los tuiteros que escriben barbaridades blasfemas. Quienes tenemos una visión antifascista de la vida y asumimos los paradigmas de la Europa democrática, igualitaria y laica, sabemos que no, que todo no es lo mismo y que los derechos humanos fluyen en una dirección, inequívoca y determinada: ni la del integrismo religioso (me da igual de cristianos que de musulmanes), ni la de la discriminación por causa de la identidad sexual de cada quién, ni la de la irracionalidad, el negacionismo, la desregulación económica, el rechazo a refugiados e inmigrantes o cualquier otra barbaridad inhumana. La blasfemia no es delito. El fascismo y el supremacismo son un crimen.

Marie Le Pen trae consigo la Francia pronazi de Petain, la del retorno colonial, la de la OAS... O sea, la que fue derrotada en los Cuarenta y los Cincuenta. Pero su equivalente español nunca perdió guerra alguna. Por eso aquí el fascismo jamás pasó de moda. No del todo. Que se lo digan al menda ese de las Nuevas Generaciones del PP. ¡Arriba!H