Vale, sí: se crean puestos de trabajo. Empleos basura, estacionales, precarios y pésimamente pagados. Pero se crean. También hay más afiliados a la Seguridad Social. Sin embargo las cotizaciones de nuevo cuño son tan míseras que siguen sin cubrir el pago de las pensiones. Y por supuesto la tasa de paro desciende. Aunque, en buena medida, tal descenso está ocasionado por el que experimenta asimismo la población activa. La EPA ha detectado una desaparición paulatina de jóvenes que se ausentan del mercado laboral. Emigran o simplemente se desenchufan de las listas oficiales. No se sabe.

De lo cual se deduce que esto de la recuperación tiene su miga. Es una verdad a medias, una lectura parcial y trucada de las estadísticas y en consecuencia una mentira perfecta: la posverdad.

Estamos en una época muy enrevesada y muy cabrona donde las noticias nunca son lo que parecen. Muchas de ellas pretenden reinventar la actualidad al estilo Cospedal, mediante simulaciones en diferido. Por ejemplo cuando el Ministerio de Defensa da carpetazo al expediente del Yak, catorce años después, asumiendo la responsabilidad de la Administración. ¡Pero si tal responsabilidad ha sido un hecho cierto desde que se produjo la tragedia! O cuando nos desayunamos con que el desaguisado del Castor no se puede revertir por miedo a que se fracture la falla de Amposta. ¿Sabe alguien quién es el responsable de esta burrada, a consecuencia de la cual, sin embargo, habremos de superindemnizar a Florentino Pérez y los suyos?

Mientras, el País Vasco ha logrado, merced a la inteligencia negociadora del PNV, una independencia fiscal de facto. Se quedan todo lo suyo y ahora apenas habrán de cotizar al fondo común. Su capacidad presupuestaria, ya muy alta, alcanzará récords. Lo cual ha sido rubricado por dos partidos (el PP y Ciudadanos) que se desgastaron la lengua defendiendo el derecho de todos los españoles a iguales prestaciones, servicios y maravillas constitucionales. Bla, bla, bla.

Será posverdad... ¿o qué será?