Supongo que el tirón identitario que recorre España (pero también otros estados occidentales) es el desencadenante de esta pasión furiosa que recorre todo el espectro ideológico... al calor de los nacionalismos centrífugos o centrípetos. La gente se te encara con ganas de bronca y lo mismo te pasa (y al pasar te tira una patada) por la derecha que por la izquierda. El otro día, en Teruel, estaba yo dando una chapa en plan tranquilo y una señora me recriminó la utilización del termino «progresista» como sinónimo de «izquierdista», y mientras intentaba explicarle que solo pretendía ceñirme a una convención (progresista: de ideas y actitudes avanzadas, pontifica la RAE), un caballero me buscó las cosquillas por donde pudo con evidentes ganas de armarla. El caso es que, siendo sincero, soy de los que admiten que no pocas gentes que se autodenominan de izquierdas son bien poco progresistas, pero también tengo claro que quienes comulgan con las ideas de la derecha tradicional no lo son en absoluto. El conservadurismo español arrastra en sus genes un intenso ramalazo autoritario en lo político, reaccionario en lo social e integrista en lo religioso. Creo.

Pero lo que ha acabado por sacarnos de quicio ha sido el intenso patrioterismo de los dos últimos años. Los independentistas catalanes hicieron el burro y, como dijo aquel, despertaron al toro español. ¡Hala! Ahora, cualquier debate sobre sociedad, economía, cultura y el totum revolutum que llamamos política puede acabar a gritos. El Gobierno Sánchez aprueba decretos-ley tan obvios como ese destinado a controlar las horas que trabaja el personal (que lo de las horas extra sin retribución clama al cielo y a la Inspección de Trabajo) y se organiza una tangana monumental, como si tal medida, en vez de formar parte de la lógica laboral occidental, fuera no sé qué tipo de locura comunista. Y luego están los pretendidos izquierdistas, que te pueden llamar facha o similar a poco que critiques la obcecada unilateralidad del secesionismo catalán o le pongas alguna pega al camarada Iglesias. Qué plastas.