Visité hace poco la Universidad San Jorge porque Marta Robles impartía una charla sobre periodismo y literatura organizada por dos apreciados colegas, Javier Hernández y Jorge Miguel Rodríguez, decano de Comunicación y director de Periodismo. En el Aula Magna, alumnos de audiovisual, prensa, traducción, publicidad... Una nueva generación nutrida desde su mismo nacimiento con avanzadas tecnologías que están cambiando las formas, incluso el fondo de la propia información y de sus destinos y destinatarios.

Pero --sería una de las preguntas que surgirían en el animado coloquio, pues los alumnos se mostraron muy participativos--, ¿son, de verdad tan nuevas las ideas que deben seguir rigiendo las especialidades de la Comunicación o es preferible conservar las de antes, las de siempre, el frontispicio en bronce de la clásica ética periodística: decir la verdad y probar lo que se dice?

En respuesta, Marta Robles, que ha presentado telediarios, magazines y numerosas seccciones en tv, radio y prensa escrita se mostró particularmente taxativa a la hora de advertir sobre las últimas tendencias a falsear noticias y fuentes. «¿El mal puede estar en la banalización, según advertía Hanna Arendt --apuntó Javier Hernández--, o, también, en la falta de verdad?» Completamente, coincidió Marta Robles, trazando una raya muy clara entre sus dos pasiones y oficios; el periodismo y la literatura. «El periodista nunca puede inventar», sentenció.

Pero, ¿qué es la verdad, lo real? ¿Lo que dicen ha ocurrido, lo que parece ha ocurrido o lo que uno cree que ha ocurrido?

En la búsqueda de esa difícil objetividad, alejándose de la prensa sectaria, de toda versión con sombras de manipulación, de fuentes contaminadas y tentaciones inconfesables debe el reportero, el redactor, el comunicador poner en práctica las reglas, la ética de una profesión que debió asimilar previamente en su formación universitaria. Una vez fuera, a la caza de la noticia, el mundo, con sus ambiguedades y tentaciones, lo pondrá a prueba. De él y solo de él dependerán la calidad de sus informaciones, su variedad, independencia y veracidad.

Mucha responsabilidad. Por eso es un trabajo serio.