«Toda la puta vida igual», rezaba una de las pancartas con las que fue recibida en Andorra la ministra Ribera. Cinco palabras que resumen el sacrificio de generaciones de aragoneses con los pulmones destrozados por el carbón o expulsados de sus tierras, de sus casas, y hasta de sus cementerios, para construir los pantanos que desarrollaron y consolidaron el sector eléctrico en España. Toda la puta vida sangrando. Esos y otros sacrificios se esfumaron cuando el Gobierno español privatizó Endesa --la joya de la corona de sus empresas públicas-- para vendérsela a Enel, la joya de la corona del sistema público italiano. Y así comenzó el desmantelamiento de la gran eléctrica de España. Pero héteme aquí, que en julio de 2016 Endesa se compra a sí misma por 1.207 millones y crea el Enel Green Power España para sacar tajada en el sector de las renovables que sería subastado un año después. Sacó tajada mucho antes de que el Gobierno de Aragón pidiera al Central que no autorice más megavatios de fotovoltaica a Endesa hasta no tener un plan justo para Andorra y su comarca. Toda la puta vida tarde. Tarantino, uno de los jefazos de Enel, dijo tras la subasta que el mercado español era muy importante y que habría que pelear los permisos y frenar los desafíos burocráticos. Ningún problema, signore Tarantino, aquí estamos para servirle. La fase de tramitación administrativa en Aragón fue felizmente superada gracias a la rápida resolución de la Dirección de Minas y el INAGA. Luego los sentaron a una mesa a pedir compensaciones. Toda la puta vida explotados. H *Periodista